Han a ser las primeras fiestas fogueriles sin Remigio Soler, el dibujante, pintor, escultor, imaginero y también constructor de hogueras cuya labor en esta faceta le propició, con tan sólo diecisiete años de actividad, una fama y prestigio que no han olvidado los entendidos, con el valor añadido de que corrían unos tiempos en los que había grandes artistas del fuego.

La foguera de Calvo Sotelo que preside Miguel Moreno decidió este año, con acierto y sensibilidad, dedicar su «llibret» a la figura de Remigio Soler, fallecido el 4 de septiembre de 2016. Al respecto he tenido el honor de redactar los textos de su biografía, ampliando con nuevos contenidos los de 1999 cuando le concedí el capítulo de artista homenajeado en «Festa», la revista oficial de Hogueras, lo que me sirvió para pasar con él muchas horas en su estudio, realizando un inmenso reportaje fotográfico de más de cien instantáneas Manuel Matas, muchas de las cuales se reproducen ahora.

El miércoles 21 de diciembre de 1932 venía al mundo en una vivienda de la calle San Carlos. Corrían difíciles tiempos, con guerra civil incluida; a su conclusión la familia se traslada a la calle Díaz Moreu donde la madre se afanaba en trabajar sin descanso para sacar adelante a sus cuatro hijos ante la ausencia del padre que abandonó el hogar. El drama sobrevino cuando muy pronto ella fallece y la familia de su progenitor se desentiende del problema. Entonces Remigio, que contaba con diez años, es ingresado con sus hermanos Antonio e Isabel -Santiago había fallecido de muy niño- en el Hogar José Antonio del paseo de Campoamor.

Comenzó muy pronto a trabajar, siendo el primer botones que tuvo el Sanatorio del Perpetuo Socorro, inaugurado en enero de 1944.

Con indudables cualidades artísticas, comienza su aprendizaje en la Escuela de Artes Aplicadas, marchando con diecinueve años a Barcelona para ampliar estudios e intentar localizar a su hermana que había sido adoptada por una familia de la Ciudad Condal, cosa que consiguió a pesar de carecer de dato alguno sobre su paradero.

Allí se formó en la ilustración con dibujantes que trabajaban para la editorial Fher, aprendió la técnica de la acuarela con Ceferino Oliver y en escultura fue discípulo de Federico Marés.

Vuelto a Alicante, se aloja en una hospedería de la calle Arquitecto Guardiola donde conoce y se enamora de María Teresa Martínez, una joven que vivía justo enfrente y terminará siendo su mujer y el motor de su vida, como tantas veces ha repetido, vinculándose para siempre con el barrio de Benalúa donde los hermanos Rafael y Fulgencio Blanco tenían un taller de imaginería en el que trabajará por espacio de doce años.

Con tan completa formación, no extraña que triunfara enseguida cuando decide construir hogueras por cuanto dominaba la confección de un guión argumental del monumento, el diseño, la combinación de colores para pintar el conjunto y el modelado de los «ninots», llegando en una sola hoguera a superar la cifra de sesenta, todos originales.

A los veintiséis años debuta con «La Literatura», plantada en 1959 para el distrito de San Fernando-Lonja; al año siguiente ya consigue en Benalúa con «Don Quijote y la actualidad» el segundo premio de Categoría Especial, llegando el primero de la misma en 1966, y en igual distrito con «El progreso es todo eso».

Va obteniendo numerosos galardones y en 1976 vuelve a alcanzar el máximo premio de nuevo con Benalúa y la hoguera titulada «Contaminación». Entonces, con enorme sorpresa para todos, decide retirarse cuando aún no había cumplido los cuarenta y cinco años. Lo hará por amor.

La mediana de sus hijas, María José, de diez años, fue atropellada por un autobús y quedó gravísimamente herida. Remigio, entregado en cuerpo y alma con su mujer a construir hogueras, hizo la firme promesa de abandonar para siempre tal actividad si su hija se salvaba. Así fue y lo cumplió, dedicándose por entero a su familia.

La fiesta perdió a un gran artista que lo ganó la pintura y la escultura en madera donde prodigó las alegorías a la Medicina, la Tauromaquia y la Religión, con especial incidencia, como hombre de sólida fe, en la Santa Faz.

Hace unos días la sede del Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert acogió la presentación del «llibret» monográfico de Remigio, interviniendo como mantenedora Juana María Balsalobre, directora del departamento de Arte de esa institución que plasmó con precisión vivencias y sentimientos del genial artista.

También habló Juan Antonio Roche, profesor de Sociología de la Cultura y las Bellas Artes de la Universidad de Alicante, que en su documentada intervención adelantó que las actividades en torno a la figura de Remigio Soler tendrán continuidad.

Él mismo disertó el 7 de septiembre de 2016 en el ciclo del Gil-Albert «Descubre una obra de arte» sobre «Apocalipsis», la talla de Remigio, Primera Medalla Nacional de Escultura del 51 Salón de Otoño de Madrid. Y comisarió la exposición antológica «Cuerpos» inaugurada el 30 de septiembre de ese año y en cuya espléndida concepción tuvo mucho que ver por parte de la Fundación CAM una experta como Macarena Palma, también subdirectora de Exposiciones del Gil-Albert.

Pero, crueldades del destino, el admirable Remigio Soler había muerto pocas fechas antes aunque su espíritu sobrevoló aquellos espacios que sintieron la eternidad del artista y su obra.