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Jorge Fauró

Expediente y talento

A mí me cayó Platón, y creo recordar que también algo de Kant, un comentario de un texto de Cela, la II República y un examen de Francés que me permitió redondear la nota hasta lograr sobradamente el ingreso en Periodismo. Aquello fue hace más de 30 años y la fragilidad de la memoria es directamente proporcional al estilo de vida que uno haya llevado. O sea.

Frente a lo que 6.000 estudiantes de Alicante están haciendo estos días, aquella Selectividad de la Complutense debía de ser tan distinta en lo académico como idéntica en lo emocional. Había un antes y un después de pasar aquel trago. Ignoro el peso del vitalismo de Nietzsche en las pruebas actuales, pero aunque la Filosofía continúa siendo la misma, el futuro ya no lo es. El Ministerio de Educación debería incluir un examen de viralidad.

Continúa circulando en redes sociales la entrevista que hace más de cuatro años concedió al New York Times el responsable de Recursos Humanos de Google, Laszlo Bock: «El expediente académico no sirve para nada». Se refería a la selección de personal del propio buscador, pero extrapólenlo a cualquier multinacional que constituya el sueño de trabajo de un adolescente. El aserto tiene que ver, decía Bock, «con la desconexión existente entre lo que se enseña en la Universidad y el trabajo que se realiza en la compañía». No le prestéis mucha atención. Aunque en la mayor parte de los casos la actitud prevalece sobre la aptitud, acreditar idiomas o deslizar un aforismo de Nietzsche en una entrevista de trabajo continúa siendo válido. Después de todo, alguien debe estar cualificado para despedir a tipos como Bock.

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