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Tomás Mayoral

Las lecciones de ser baratos

Sería, en versión marketing turístico, algo así como aquella vieja frase sobre lo que ahora llamarían 'marca personal': que hablen de mí, aunque sea mal. En este caso, el objetivo de la Costa Blanca es que vengan, que los turistas sigan viniendo, aunque cada vez se gasten menos. Es obvio que el problema no lo tienen ellos, esos cuatro millones de ingleses e irlandeses que 'nos honran' año tras año con su fidelidad: lo tenemos nosotros y por partida doble. Porque parece uno de esos dilemas endiablados, uno de esos problemas sin aparente solución: apostar por otro tipo de turista de mayor poder adquisitivo pasa, inevitablemente, por invertir primero para mejorar tu producto, incrementar los precios a modo de 'filtro' del mercado. Pero la primera consecuencia si te pasas de frenada es perder lo que tienes, el turista 'tieso' del 'todo incluido', sin que eso te garantice atraer al que está forrado y puede gastarse 200 euros diarios de media sin despeinarse. Conclusión lógica: Virgencita, que me quede como estoy. Pero quedarse como estamos es morir poco a poco. Y cada vez más pobres, además. Y nadie quiere morirse, ni poco a poco ni de golpe. Por eso hay que investigar un poco a esos magos que se han hecho grandes manteniendo los precios más bajos de su sector. ¿De dónde salen los beneficios de empresas como Ryanair? ¿De lo que pagan sus clientes en el vuelo o de esos 'extras' intangibles que poco a poco vamos abonando todos? La economía digital lo llama 'long tail': larga cola. Beneficios pequeños que se hacen grandes por las múltiples fuentes por donde llegan.

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