Madre del amor hermoso, menos mal que iba sentada en el coche cuando escuché la noticia. El alcalde había nombrado concejala de Comercio a Gloria Vara. Inesperado a la par que sorprendente. Atrás quedaban tantas cosas que no fui capaz de procesarlo todo en ese momento. El cierre definitivo de una realidad que ya había tomado cuerpo con el tiempo. Por decir algo, habíamos pasado del querer tanto a Pedro Sánchez, que incluso dinero del propio bolsillo hubo de poner el alcalde en los buenos tiempos para financiar su primera campaña, antes de que fuera elegido secretario general del partido, a negarlo públicamente, como hizo el otro Pedro, el bíblico, con su maestro. En política no hay lealtad ni nada que se le parezca, a ver si nos vamos enterando unos y otros. ¿Amistad? Menos aún, y quien creyera tal cosa es un ingenuo. Y es que las cosas que pasan en el PSOE en estos días nos dejan con la boca abierta. De ahí que algunos militantes anden tan desubicados.

Como ejemplo, el alcalde de Alicante está haciendo movimientos completamente impredecibles. No se pueden entender determinadas decisiones. No creo que Sánchez le llegue a perdonar su profesión de fe hacia Susana. Aunque tenga tal vez la entereza de aparecer en algún acto público a hacerse la foto con él con sonrisa de oreja a oreja. Igual antes de lo que nos esperamos. Sabe hacerlo.

Uno fuera. Otro en la cuerda floja. ¿Es que ha pasado algo en Comercio como para hacer una purga? Unos hablan de venganza, pero yo no sé lo qué pensar y francamente no lo entiendo. La noche de los cuchillos largos puede tener una explicación imposible de comprender para mentes simples como tal vez sea la mía. Y no es que me sorprenda que pasen estas cosas así, por las buenas. Simplemente me deja estupefacta que siempre pase lo mismo, que a los ungidos se les acabe subiendo el cargo a la cabeza y que en poco tiempo se olviden de quien les abrió las puertas de su casa y los sacó del anonimato. Hay personas que tienen por enemigos a quienes los ayudan. No lo pueden soportar. Pero es muy feo morder la mano del que te ayudó, no es ético ni estético.