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Javier Mondéjar.

¿Qué hay que hacer para que te fulminen?

Es genial ser político con carguito. No hay nada mejor excepto quizá ser rey de esos que tienen reconocida la inviolabilidad jurídica -el nuestro sin ir más lejos- dictador gordo en ejercicio en algún país de ojos rasgados o milmillonario con legiones de abogados. En todos estos casos viven en un limbo que les permite eludir consecuencias que no dudaría un suspiro en aplicar cualquier fiscal al resto de los mortales. Ya lo decía Trump en campaña electoral: «Me pillarían después de matar a un tío con la pistola humeante y seguirían votándome igual» (si eres rey la ventaja es que encima no dependes ni de los votos, así que no me explico cómo no hay más asesinos en serie en la realeza, fuera de « Jack El Destripador» que quizá pudo ser un nieto de la reina Victoria).

Lo cierto es que para fulminar a un político en ejercicio hace falta llenarse de ganas, de paciencia y yo diría que tampoco vendrían mal unos cartuchos de dinamita para despegarlos del sillón, tan fuerte se adhieren a él con el «superglue» del poder. Los peores son sin duda los diputados, concejales, alcaldes y demás políticos surgidos de una votación «democrática», aunque al ir en una lista cerrada los electores votamos en conjunto y no podemos hacer distinciones, con lo que a Fulanito no le he votado yo, le ha puesto ahí su partido. Si uno -o una- de éstos comete una tropelía, no se les puede echar hasta que un juez consigue inhabilitarlos (y hacen falta muchísimos años para eso, porque suelen ser aforados y ya sabemos todos cómo van de recargados los Tribunales Superiores y lo listos que son los abogados para dilatar los pleitos).

Lo normal sería que el grupo parlamentario o municipal les expulsara, devolvieran su acta y se fueran a casa corridos a gorrazos, pero nada de eso ocurre: se quedan su escaño y encima, si el equilibrio de poder es inestable, se convierten en pilar maestro de un gobierno, con lo que el o la presunta corrupta es pieza clave de gobernabilidad, le dan un pastón por pasar al grupo mixto, le pelotean a modo, llenan de familiares despachos y asesorías varias y para los pocos años que le quedan de estar en el convento -ya sabe que no va a repetir- pues eso. Los tenemos cerca: en la Diputación Provincial y en el Ayuntamiento de Alicante mandan los tránsfugas. Que no les cuenten si Pavón o si César (De Echávarri no creo que nadie piense sensatamente que manda), que si no quieren los tránsfugas ya pueden empeñarse, que no sale. Y si no les quieren, otro amante les querrá, como en el corro la patata.

O sea, que a un electo se la bufa muchísimo que su partido le señale la salida. ¿Y qué pasa cuando es un cargo nombrado a dedo? (todos los demás): pues lo mismo. Supongamos un ejemplo imposible que suceda, pero es por cargar las tintas: Rajoy nombra un fiscal anticorrupción con la intención de parar los procesos contra la corrupción -algo tan inverosímil como hacer director general contra la droga a Pablo Escobar. Me dirán ustedes con razón que para qué va a hacer eso Rajoy, que es un tipo serio adalid de un partido intachable; ya lo sé, es una bobería, pero es por poner un ejemplo.

Bueno, pues la defensa siciliana empieza en negar la mayor: nunca se ha cometido ninguna irregularidad, no es verdad lo que se publica, los papeles están falsificados o las grabaciones manipuladas, los periodistas (o los jueces, o la tía Engracia) mienten. Cuando ya no se puede seguir manteniendo que el hecho es mentira, dice el argumentario que hay que optar por la táctica de que puede haber dudas morales, pero no legales. Cuando los jueces imputan (investigan ahora, jejé, qué manía de adaptar el lenguaje a lo que les conviene), es que debe haber presunción de inocencia y hasta que no se abra el juicio oral? Y cuando esto sucede se pone en marcha el ventilador y el «y tú más». Mientras tanto el presunto va cobrando sus paguitas, haciendo su caminito, renegando de los medios, apelando al «la historia me absolverá», preparando su salida con algún contratito-favorcito a los amiguitos y en resumidas cuentas mareando la perdiz a ver si escampa, en la estrategia que tanto prestigio ha dado al líder mundial que nos gobierna y al que dios guarde.

De verdad que me pregunto inocentemente qué debe hacer un político para que la mano de su partido caiga sobre él y la respuesta es que da igual, no en vano en las organizaciones rige el principio de que entre bomberos no hay que pisarse la manguera y lo que hoy hagas por el otro en algún momento alguien lo puede hacer por ti. Mucho mejor es no pisar callos innecesariamente, acusar a los enemigos y defender a los nuestros hasta que se convierten en un problema irresoluble.

Cuando esto escribo no sé si habrán cesado a Moix, probablemente sí, pero en todo caso tiene narices que le echen -si le echan- por jugar a los paraísos fiscales y no por parar investigaciones sobre la corrupción. Ah, ¿que para eso le nombraron?, pues entonces habrá que agradecerle los servicios prestados y en cuanto la polvareda se asiente darle otro carguito majo, por ejemplo «Amedrentador de jueces y fiscales independientesV», que podría tener rango de Subsecretaría y, si me apuran, de Ministerio.

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