El terrorismo no descansa ni sabe de treguas. Los 22 muertos de Manchester del lunes demuestran que, una vez más, el sinsentido del acto terrorista vuelve a dejar un largo reguero de sangre y de vidas en el camino. Chicos y chicas que fueron a un concierto de música en el Reino Unido en esa pequeñita localidad de Manchester que tuve ocasión de visitar el primer día de este año 2017, porque, aprovechando mi estancia en Londres para pasar las Navidades, me cogí un tren en la estación de Euston para visitar esta ciudad pequeña pero con encanto y que alberga a dos de los grandes equipos de la Premier League inglesa y con unas instalaciones deportivas de lujo. Pues bien, estos 19 jóvenes que ahora ya no están con nosotros y fallecieron por la conducta de unos salvajes, acudieron al concierto con la intención de pasar un buen rato con amigos y amigas, pero cuyas vidas han sido segadas de cuajo por un acto terrorista en la búsqueda de no sé qué reivindicación. Y nos preguntamos: ¿Se puede reivindicar algo matando? Pero lo mismo que ocurrió en Nueva York, aunque las autoridades nieguen que fue un acto terrorista, donde un desaprensivo asesino utilizó su vehículo para subirse a la acera atropellando a todo aquel que podía matar para causar el mayor daño posible. Porque da igual cómo lo quieran llamar a ese acto, donde una persona actúa contra un grupo de forma indiscriminada y con la intención de causar el mayor daño posible.

En España uno de los logros más importantes que hemos conseguido fue acabar con el terrorismo de ETA. Y se hizo a base de constancia, de cooperación judicial y policial y de leyes que eran proporcionales a la gravedad del fenómeno y el daño indiscriminado y colectivo que estaban causando por lo indiscriminado de sus actos. Todo ello, para llevar a una última y reciente reforma que sanciona con prisión permanente revisable cualquier acto terrorista cometido en nuestro país. Pero una pena que debería igualmente aplicarse a los crímenes de género porque son igualmente un acto de terrorismo de género. Y ello, porque no se le puede llamar de otra manera, a quien maltrata y atemoriza a su pareja durante largo tiempo y al final acaba con su vida. En estos casos no puede haber una pena más proporcional y adecuada que la de prisión permanente revisable. Y si se acabó con el terrorismo de ETA a base de no mirar hacia el otro lado, no hay excusas para no acabar con el terrorismo de género.

Sin embargo, frente al fenómeno terrorista actual se trata de una acción internacional con un peligro mayor que cualquier fenómeno que hayamos conocido. Es la causación del mal por el mero hecho de que no pienses como ellos, y que se asemeja a las invasiones que históricamente se han venido realizando en la historia de los pueblos para destruir ciudades enteras y causar la mayor mortandad posible, con claros tintes de exterminio basado en el odio. Porque este sentimiento del odio es la clave del terrorismo. Porque quien quiere matar de esta manera lo hace porque odia la forma en que los otros piensan, porque te odia en razón a que para él o ella eres diferente, y porque si no piensas como él te odia y te quiere causar el mayor mal que pueda hacerte. El odio es el mayor defecto de la humanidad, porque no es solo una manifestación de un enfrentamiento, sino que lo es de lo peor que una persona le desea a otra. Quien odia y lo expresa de cualquier manera lo hace para desear el mayor mal a los que no piensan, sienten o actúan como él. Y el problema actual de esta sociedad es que hay mucho odio de unas personas a otras. Se odia porque no se respeta, se odia porque desearías causar el mayor daño posible a quien no es como tú, y no piensa como tú, y no hace falta que le causes la muerte para que sea terrorismo, porque el terrorismo del odio se manifiesta de muchas maneras que vemos todos los días. Mediante el terrorismo de las palabras, el terrorismo de la opresión, el terrorismo del acoso en cualquiera de sus manifestaciones y ante multitud de sujetos pasivos, el terrorismo psicológico y el terrorismo de la falta de respeto. En definitiva, mediante cualquiera de las muchas manifestaciones de la violencia que hoy vemos todos los días.

La matanza de Manchester ha sido una expresión más sangrienta de todo esto, porque el acto tiene un objetivo y un mensaje. Mato a todos los que sean diferentes a mí y lo hago para que penséis como lo hago yo, y para que sintáis miedo si no aceptáis que la única forma de pensar y ser que hay es la mía. Os mato porque sois diferentes. Porque, no lo olvidemos, así es cómo piensa quien ejerce la dictadura del odio. Porque empieza odiando y, o te desea la muerte, o te la causa. Y ambos son actos terroristas.