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Luis M. Alonso

Muerte de un periodista

A Valdez lo asesinaron con un silenciador, el silencio prosigue

A Javier Valdez Cárdenas le dispararon, se cumplirán mañana doce días, doce veces, a las doce horas cerca de su lugar de trabajo, el semanario "Riodoce". Un siniestro simbolismo deliberado, una broma macabra no infrecuente. El aeropuerto de_Punta_Raisi en Sicilia se llama desde hace tiempo Falcone y Bosellino, se supone que para honrar la memoria de los dos jueces italianos asesinados por la Mafia. No deja de ser un sarcasmo ya que el aeródromo de mayor tráfico de la isla existe en el lugar donde está situado por los intereses mafiosos del clan Badalamenti.

El pistolero que mató a Valdez usó un silenciador. El periodista quedó tendido en la calle de Culiacán con su sombrero de Panamá todavía en la cabeza. El silencio prosigue, nadie hasta ahora ha sido acusado o detenido por ello. Sólo hay un dolor resignado en la condena del crimen. Su asesinato fue un acto de los narcoviolentos en la batalla por el poder que siguió a la extradición a Estados Unidos del "Chapo" Guzmán, jefe del cartel de Sinaloa, el pasado enero. Otras seis muertes de periodistas se han producido este año y se suman al centenar de asesinados desde el cambio de siglo. Pero ninguno de ellos era tan relevante como Valdez. Su muerte, dicen, demuestra que nadie es intocable en México.

El hombre que confundó "Riodoce" en 2003 tenía 50 años. Era la única publicación realmente independiente de Culiacán, el corazón del narco de Sinaloa y centro de gran parte de las guerras de drogas que han azotado a México en las últimas décadas. Otros periódicos se habían retirado hace tiempo y no informaban de ella. Javier Valdez seguía haciéndolo y no resultaba cómodo para nadie, ni para los narcotraficantes, ni para la sociedad narcotizada y el poder infiltrado por el delito.

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