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Luis Muñiz

España vuelve a ser honesta y de fiar

El mundo alaba nuestra forma de apretarnos el cinturón, aunque el de otros reviente de grasa corrupta

España vuelve a ser un país "honesto" y "confiable" (en castellano del de toda la vida, de fiar). Así nos perciben ya los ciudadanos de hasta 11 naciones del orbe: plenamente recuperados de la crisis, lejos de la célebre foto del rebusco que publicó "The New York Times" en 2012. Pero hay más datos revigorizantes en el último barómetro sobre la imagen de España del Real Instituto Elcano: por ejemplo, que pese a sacar la peor nota de los cinco "grandes" de Europa, un 7,1, nuestra imagen es igual de buena que la de los EE UU de Trump, ecuación bien estimulante si atendemos a las siglas y bastante menos si lo hacemos al apellido. Así que, por un lado, eliminamos de nuestro perfil social la imagen del parado rebuscando en el contenedor de basura, lo que nos reporta muchos "likes", pero, por el otro, aún no hemos estafado bastante a los de abajo para que nuestros "me gusta" superen en número a los "gefällt mir", aunque con los "mi piace" la pugna está más igualada. Y sospecho que este injusto trato tiene algo que ver con la opinión que a algunos próceres europeos les merece nuestro pasado sensual y vivalavirgen. Como Jeroen Dijsselbloem, jefe del Eurogrupo, que hace unos meses nos sentenció a todos los del Sur con su gélido rigor calvinista: "Yo no puedo gastarme todo el dinero en copas y mujeres y pedirte luego que me ayudes". Pero no desesperen, porque ahí tenemos a Montoro, que es de Jaén, centro irradiador de catolicismo y altas temperaturas, y que ya cerca de la conversión al credo económico del teólogo francés, compara el incremento de gasto social que demanda la izquierda con "irse de copas". Lo que sí llama la atención del barómetro de Elcano es que nuestra honestidad no se vea mermada por el otro rebusco, el de los González, Granados y demás entre los intersticios normativos por los que hoy se cuelan los pícaros. Los alemanes, en concreto, nos tienen ahora por los más comprometidos con el buen hacer neoliberal y austero. Pasamos, entre ellos, del 5,8 de 2012 al 7,1 de 2017, e incluso nos copian la siesta. Apretándose todos el cinturón, vienen a decirnos, no importa que unos pocos engorden hasta reventar el suyo. No importa, no queda otro remedio. Para ellos están las cárceles. Pero el paraíso del endeudamiento y las burbujas se acabó. Bienvenidos al pleno empleo del precariado. (Dentro de unos años, si hay suerte.)

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