Para opinar sobre algo de lo que opinan todos los expertos (cada aficionado al fútbol suele ser un entendido en la materia, parece saber más que los técnicos de su equipo), a veces, es oxigenante captar el punto de vista del profano (el mío); desde algo de distancia se puede ver una imagen o situación mejor que si tenemos los ojos pegados a ella.

La situación del Elche, por lo que voy percibiendo, es: pésima, preocupante, catastrófica, desastrosa, de estado crítico, de enfermo en la UCI... y demás adjetivos que no incitan precisamente a la alegría. Por lo visto, el asunto es grave y aquí, de lo que se trata es de buscar culpables para saber a quién hay que crucificar.

Pero, ¿quiénes son -o somos- los responsables de esta tribulación colectiva? ¿Quién es «el Elche»? ¿Son los dirigentes hiper criticados y maldecidos por su nefasta gestión? ¿Los jugadores, esos presionados, cual gladiadores, a los que les pedimos el sacrificio final para «que nos salven del infierno horrible del descenso»? ¿O quizá los paganos aficionados (contribuyentes) que no están adiestrados para derrotas ni vacas flacas y que actúan como un tornado emocional que se dispara para la alegría o para lo contrario? ¿O también los medios, que amplifican la importancia de la temática: la tarea de estos profesionales del deporte (o más bien decir sólo del fútbol; y tampoco del juvenil ni del femenino que apenas lo mentan) está basada en no dejar de echar gasolina (provocarnos alegría o frustración sin apenas término medio; obviando que esto «debería ser» un deporte; oí quejarse a Toril de eso) al incendio emocional colectivo.

Por tanto, si dividimos las culpas, y los del Elche somos todos (o casi)... pues casi nadie nos libramos de una porción de culpa en este drama de finales de mayo de 2017.

¿Por qué percibimos esta realidad de forma tan trágica?, ¿se acaba el mundo si se desciende donde Murcia y Alicante están? ¿Siempre debemos ser de Primera? ¿En qué se ha convertido el fútbol actual? Galeano, en sus libros «Su majestad el fútbol» y «El fútbol a sol y sombra», dijo que esto fue y debe ser un juego para divertirse todos y no un negocio para manipular el sentimiento de las masas. Por lo visto casi ningún hincha de este mundo lo leyó.

Volviendo «al Elche en estado de coma» y a los culpables. Se dice de los jugadores que, como se les paga, se les debe exigir todo. ¿Todo vale? Tal vez, en el teatro, si los actores, nerviosos, fallan y lo pasan mal: el público los alienta con aplausos. En la grada y en la clasificación no hay tanta condescendencia con los que nos decepcionan. No se empatiza con estos muchachos -no olvidemos que son humanos y lo deben estar pasando muy mal- que, a su edad, todavía no son tan fuertes psicológicamente. Ahora nada les sale bien y los denigramos. Y posiblemente en estos días sólo escucharán el mantra: «Reus, Cádiz, Oviedo.... ser o no ser..vida o muerte...» Nos fijaremos en lo que salga de sus botas, pero no en sus caras de ansiedad ni en sus músculos entumecidos por la presión y menos en su corazón agarrotado por tanta responsabilidad. Ignoro cuál será este final de Liga, pero deberíamos reflexionar hacia dónde vamos con esta beligerante forma de tratar a esta joven gente de la cancha (por muy bien pagados que estén); dejar de hacerlos responsables de nuestra frustración.

Concluyo con el deseo de que no se nos coma tanto el coco con tragedias artificiales, de seguir sería como profesionalizarnos todos/as en la idiocia colectiva y olvidarnos que el fútbol, como el billar o el parchís, también es un juego en el que no basta con tener toda la voluntad (y la presión) de ganar e influyen factores como el azar carambolesco o el fallo humano; si sustituimos a los jugadores por máquinas tal vez eso se solucione, pero no quiero dar ideas, ya hay suficientes distopías literarias. Sonriamos a la buena suerte y aceptemos con calma y deportividad la «no suerte» o la de los demás.