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Echanove y Miguel

Pues no se puede quejar Juan Echanove de cómo fue su despedida. Muy a la altura de las circunstancias. Impactando. Convirtiendo el trance final en icono televisivo. Y mira que se quejó el actor. Como si le hubiesen dado un puntapié un mal día de rodaje. Que si por mí no me habría ido. Que si no han sido formas de terminar una relación de tantos años. ¿Y qué más quieres, que pasar a la historia de la televisión, emparentando tu funeral con el del mismísimo Chanquete?

No creo que Juan Echanove sea precisamente el más indicado para quejarse de maltrato profesional. Desde que se dio a conocer con su entrañable «Pedete Lúcido» de Turno de oficio no ha dejado de encadenar éxitos. De aquellas noches en compañía del Chepa han pasado poco más de 30 años. Los mismos 30 años que, de seguir cuidándose como un bon vivant, país para comérselo va, país para comérselo viene, le pueden quedar a Echanove como actor, si lo que desea es continuar en las tablas hasta el final a la manera de la Espert y otros grandes. Ahora encarna a Quevedo, y a fe que con este personaje se llevará buena parte de los premios de la cosecha de 2017. El fin de semana recita Hamlet en un atril, acompañado de orquesta en Valencia. Y suma y sigue.

Después está Miguel Hernández. Ay, que el penúltimo capítulo de la temporada 18 de Cuéntame hizo más por la difusión de su poesía que todo lo que han logrado desde su inicio la Fundación que lleva su nombre, los herederos que finalmente trasladaron su legado a Quesada (Jaén) y lo que es peor, toda las campañas del Ministerio de Cultura, si las hubiere. La televisión es así. Una «Elegía a Ramón Sijé», en el momento oportuno, puede reventar los audímetros.

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