Los años se cumplen ahora desde las últimas elecciones municipales que cambiaron numerosos gobiernos en ayuntamientos y comunidades autónomas. Estamos, así, en el ecuador de los actuales mandatos y toca, por tanto, hacer un alto para tratar de pensar en lo que se ha llevado a cabo y dónde estamos, con la suficiente perspectiva crítica que nos permita escapar de la propaganda política y la publicidad hueca con la que acostumbran a despacharnos los partidos.

De la misma forma que los Gobiernos del PP nos han acostumbrado a sus continuos casos de corrupción hasta convertirlos en una desagradable rutina que ya ni nos sobresaltan, el gobierno municipal de Alicante ha logrado acostumbrarnos a sus continuos enfrentamientos y desencuentros entre las tres fuerzas políticas que lo forman, así como a las numerosas desautorizaciones y descalificaciones que han protagonizado, consiguiendo que lo veamos como algo habitual, consustancial a un tripartito que ha convertido las disputas en su sello personal. Ni siquiera han cuidado el mínimo respeto democrático que exige la responsabilidad institucional que ostentan, ni entre ellos ni con los alicantinos, algo que comparte buena parte de la ciudad como refleja la mala valoración de la gestión del tripartito y de sus líderes, recogida por la encuesta de primavera publicada por este diario a principios de este mes.

En un mandato bajo los dañinos efectos de la Gran Recesión, caracterizado por las limitaciones presupuestarias y la necesidad de reducir los altos niveles de endeudamiento acumulados en numerosos gobiernos autonómicos y municipales, uno de los mayores éxitos del Gobierno de la Generalitat Valenciana, surgido del pacto del Botánico y encabezado por PSPV y Compromís, será sin duda haber demostrado que la izquierda cainita y caníbal es capaz de abandonar sus históricas disputas para gobernar y trabajar conjuntamente desde bases de respeto y confianza muy positivas también para la sociedad valenciana. Por el contrario, en Alicante, los personalismos, los sectarismos y, por qué no decirlo también, las ansias de revanchismo que hay entre miembros del tripartito, junto a la inexperiencia política y la inconsistencia en algunos de sus componentes han hecho que sea imposible siquiera que mantengan unos niveles mínimos de respeto, dentro y fuera del Ayuntamiento. Ocasión tendremos para comprobar el daño que el tripartito está haciendo al futuro de la izquierda en esta ciudad y todo el trabajo que están haciendo para que el PP regrese al gobierno municipal, gracias al mandato endiablado que están protagonizando.

Además, los problemas que las fuerzas que componen el gobierno municipal de Alicante han exhibido para dialogar y llegar a acuerdos entre ellos los han trasladado también a otros sectores de la ciudad, generando tensiones y enfrentamientos con grupos sociales que no han compartido determinadas decisiones polémicas, a los que han optado directamente por descalificar y arrinconar. La lista de damnificados es ya muy larga y no para de crecer, aunque en este caso, hay que destacar en honor a la verdad que Compromís, desde su portavoz, Natxo Bellido, a sus concejalas y asesores, no han sido generadores de tensiones ni polémicas. Otra cosa es el papel indefinido que esta formación ha adoptado con demasiada frecuencia en temas sustantivos para Alicante.

Así las cosas, tras dos años de mandato, los grandes desafíos que tenía el tripartito entre manos siguen sin resolverse o se encuentran embarrancados en los tribunales. Nada se sabe de promesas como generar un nuevo modelo productivo, la reforma del Reglamento Orgánico del Pleno (ROP), el plan de choque contra el desempleo o el otro plan de choque contra la emergencia social, por poner algunos ejemplos. Por el contrario, tenemos que celebrar que el Ayuntamiento «se preocupe» por la alimentación y el bienestar de los gatos callejeros, mientras vemos a cada vez más personas dormir en calles y parques de Alicante. Además, la política de crear compartimentos estanco ha llevado a que cada partido y cada portavoz tenga su propia «agenda», que en ocasiones parece avanzar al margen del resto de áreas y fuerzas políticas. Así, Miguel Ángel Pavón trabaja en su Catálogo de Protecciones, una vez que parece que no se podrá cerrar el Plan General Estructural en lo que queda de mandato. Natxo Bellido, por su parte, tiene su Plan de Ciudad 2016-2024 que no ha contado con el respaldo del alcalde ni del grupo socialista a tenor de los actos públicos celebrados. Mientras, Gabriel Echávarri está embarcado en su propuesta para la ampliación de la Explanada que no parece ser del agrado de sus socios y que incluye, hasta la fecha, las fallidas ideas de un túnel submarino y un puente sobre el mar.

Sin embargo, este gobierno municipal no ha mejorado sustancialmente cuestiones básicas para la ciudad y para la calidad de vida de los vecinos, como son la suciedad, el abandono de parques y jardines, el deterioro del mobiliario urbano o la incuria en la que se encuentran muchos barrios.

Todo ello hace que esta mitad de mandato del tripartito se perciba con dolor, incluso por sus propios protagonistas, mientras que los dos años que quedan hasta las próximas elecciones municipales se vivan con temor, a la luz de lo que hemos vivido por el momento. Urge construir esperanza en Alicante.

@carlosgomezgil