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Las toses de los tres tenores

Alguien debería comprobar si el pasado domingo se incrementó sustancialmente el consumo de Anís del Mono -- o quizás de derivados opiáceos - en España, porque a lo largo de la semana mucha gente ha insistido que lo que se produjo entre Susana Díaz, Pedro Sánchez y Patxi López fue un debate político, y no un acalambrado intercambio de eslóganes resobados y titulares precalentados para la prensa. Ni una sola idea novedosa - o al menos novedosamente interpretada y expuesta - sobre el método de transformar una fuerza socialdemócrata que ha perdido la hegemonía de la izquierda, salvo, precisamente, insistir en que es de izquierdas. Es una lástima que la definición que cuenta, política y electoralmente, no es la que los dirigentes expresan, sino la que los ciudadanos perciben.

Ninguna audacia. La audacia es antihigiénica y más peligrosa que Cristóbal Montoro. Insinuar - como hace Sánchez - que el PSOE debe transformarse en una asamblea permanente para consultarte todo lo importante a los militantes -- ¿quizás a los simpatizantes también? - es simplemente una manera de eludir el debate imprescindible sobre la transformación organizativa del partido. Llegar un poco más lejos aun y sostener que el PSOE será "lo que quieran sus militantes" es una petición de principio bastante estúpida y esconde la pretensión de ausentarse del debate y dejar recado para que te llamen cuando ya se haya decidido ese asuntillo. Y cuando lo que se juega es el futuro de un partido centenario y de la socialdemocracia en España esa es una actitud miserable desgraciadamente compartida por los tres tenores. Si apenas se rumorean toses alrededor del modelo de partido y su gobernanza. ¿qué cabe esperar sobre una estrategia reformista en el desarrollo social y en la redistribución de la riqueza? ¿Cómo desplegar políticas socialdemócratas clásicas desde un Estado que en el seno de la Unión Europea ha suscrito compromisos presupuestarios y fiscales rígidos y apenas marginalmente negociables? No se puede ser socialdemócrata en casa y merkeliano en Bruselas o viceversa. El Estado de Bienestar contemporáneo se basó en un pacto entre el capital y las fuerzas socialdemócratas y liberales. Robert Dahl ya explicó que el capitalismo avanzado necesitaba y toleraba cierto desarrollo democrático, pero que al mismo tiempo impedía estructuralmente su profundización como proyecto político emancipador. Al capitalismo globalizado - eso que se llama bastante confusamente neoliberalismo - la democracia parlamentaria se le antoja un producto vintage.

Para una politóloga como Wendy Brown, este flamante capitalismo de alma financiera y transnacional no solo venció al comunismo, sino que también está matando a la democracia parlamentaria, su hijastra nunca demasiado bien amada. Hay que refundar el pacto y no será precisamente fácil. Es imprescindible contar con fuerzas y voluntades mancomunadas por encima de fronteras territoriales e ideológicas. La futura socialdemocracia deberá volver a ensuciarse las manos, despeinarse, correr riesgo. La alternativa es una larga y patética agonía. Los tres tenores que se presentan hoy a la elección de Secretario General del PSOE actúan como si no supieran nada de esto, lo cual sería una opción menos aterradora que la que suscribe que, en efecto, de esto no saben nada.

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