Este mes se cumplen dos años de las elecciones autonómicas de 2015. Estamos, por tanto, en el ecuador de la legislatura. Aquí, en el País Valencià, el resultado electoral permitió un cambio en el Consell que supuso la salida del PP del gobierno, después de 20 años, y la llegada de la izquierda al mismo gracias a lo que se denominó «el pacte del Botànic», entre PSOE, Compromís y Podemos.

Un resultado electoral espectacular que permitió iniciar una nueva etapa y empezar a cambiar una gestión que ha provocado que seamos la Comunidad Autónoma más endeudada de España en relación al PIB. Según datos del Banco de España, a final de 2016, la deuda pública valenciana era de 44.658 millones de euros, el 42,5% sobre el PIB. La segunda más alta en términos absolutos, tras Cataluña y la primera en términos relativos, con más del doble que la media nacional.

Estos datos tenían mucho que ver con una práctica de gobierno caracterizada por el derroche y la ostentación. Muy preocupados por la imagen y la apariencia y muy poco por las necesidades reales de la población. Del listado de inversiones ruinosas se acordarán hasta nuestros nietos y bisnietos que serán los que acaben pagando estos ejemplos de despilfarro público.

Sin duda que, junto al cambio en la forma de priorizar la inversión pública, la gran novedad es el haber acabado con esa imagen de corrupción sistemática que ha venido caracterizando la etapa del gobierno del PP en el País Valencià. Es imperdonable el daño que estos mal gobernantes han hecho al nombre de nuestra tierra. Convirtieron a nuestra Comunidad en una cátedra de la corrupción. Aquí crearon escuela y la exportaron a nivel nacional. ¿Sería aquello que llamaban «poder valenciano»? En casi todos los «fregaos» aparecen algunos de los que nos han dirigido. ¿Recuerdan aquello que decían de que querían transformar a la Comunidad Valenciana en la California de Europa? Se les fue la raya y si siguen acaban en Chicago. Estos días lo ha reconocido hasta uno de los encausados en la trama de Emarsa en Valencia: Nos dieron la mano pero acabamos cogiendo hasta el codo. Algunos creo que hasta el tórax.

Tal vez sea éste uno de los aspectos en donde más se ha notado el cambio. Hemos dejado atrás este lamentable período. Que se juzgue toda la corrupción habida, que se condene y que se devuelva lo robado.

Y que se gobierne bien. Es verdad que es difícil. No hay mayorías absolutas, por suerte. Y todavía quedan muchos tics del pasado que afloran de vez en cuando y que hay que corregir. Pero el esfuerzo vale la pena. Es verdad que la situación económica es difícil, que la deuda pesa como una losa y que el encaje de lo nuevo no siempre es fácil ni, a veces, acertado. Pero esfuerzos como los de recuperar la sanidad pública, que se privatizó parte de su gestión, son encomiables. Así como los de reivindicar el papel de la enseñanza pública ante su paulatina degradación ante otros modelos. Mucho se ha hecho en políticas de igualdad, dependencia, bienestar social, etcétera, pero es cierto que queda demasiado por hacer y hay que priorizar más. Se notan demasiado las disfunciones en Medio Ambiente y es una lástima. Tampoco Industria y Territorio parecen tener claro muchas cosas.

Queda la segunda parte del mandato. El Consell debe reforzar su gestión. Las encuestas no son muy negativas. Pero las encuestas no tienen mucha buena fama últimamente. El PP sigue teniendo un peso importante, aunque su pretendido papel regenerador ha quedado en evidencia con el tema de los Presupuestos Generales del Estado. Entre nosotros y Madrid han elegido la capital, han preferido quedar bien con Rajoy antes que con los valencianos. Tal vez fuera buen momento para que Podemos se planteara una participación más directa en el Consell. Es difícil de justificar el sólo apoyar un gobierno desde fuera sin comprometerse en la gestión diaria. Es verdad que es más cómodo, pero las responsabilidades hay que asumirlas cuando tocan. Así se vería que, aparte de gestionar conflictos internos, también son capaces, o no, de gestionar intereses más generales.

Lo que queda por hacer es mucho más de lo que se ha hecho. Ahí es importante la participación de todos. La esperanza que se generó hace dos años hay que reforzarla por el bien de los intereses generales de los valencianos y valencianas.