Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Mercedes Gallego

Dos ruedas

Han tenido que morir 18 ciclistas en lo que va de año, tres más que el pasado, para que el Ministerio del Interior y la Dirección General de Tráfico pongan en marcha una medida que supondrá la retirada del carné a todos aquellos conductores reincidentes en delitos de alcohol y drogas, es decir, los que hayan cometido dos o más infracciones de este tipo en menos de dos años. La iniciativa, que no por tardía es menos acertada a la vez que necesaria, no va a devolver la vida a esas 18 personas (ni curar sus lesiones, a veces irreversibles, a quienes hayan logrado sobrevivir a este tipo de siniestros) pero confiemos en que al menos sirva para que se tome conciencia de que ponerse bebido o drogado al volante de un vehículo lo convierte en un arma mortal, y no sólo para el que lo conduce, como por desgracia está quedando claro durante las últimas semanas. Que se llegue a ese convencimiento sería perfecto aun cuando únicamente fuera por el temor a perder el permiso de conducir, como a la larga ocurre con una gran parte de los conductores con el carné por puntos.

Valorada la medida, que de entrada puede retirar de la circulación a un número de potenciales homicidas más elevado de lo que imaginamos, lo que no se entiende es por qué no se ha adoptado antes en una sociedad en la que el uso de la bici va ganando adeptos, lo que obliga a los responsables públicos no sólo a habilitar carriles específicos para este tipo de vehículo sino a legislar dando entrada a una realidad que va en aumento.

Habrá voces, que las hay, que inviertan el problema y acusen a los ciclistas de saltarse a la torera las normas de circulación invadiendo aceras, no respetando pasos de cebra o circulando incorrectamente por las vías interurbanas. No diré que no haya ocasiones en que esto ocurra, pero con los ciclistas sucede lo mismo que con las mujeres en los casos de violencia de género: que mayoritariamente los muertos siempre son los de una parte. Por eso no estaría de más la puesta en marcha de políticas activas que, al margen del objetivo puntual y preciso de combatir la droga y el alcohol, incidan en un comportamiento cívico al volante que, de entrada, fomente el respeto y/0 la consideración a los más débiles. Todo vale con tal de frenar esta sangría.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats