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Castaneda: el profeta casado

Vendió ocho millones de copias de "Las enseñanzas de don Juan", su primera obra. Dio vueltas sobre el tema del chamanismo en otros ocho libros que le produjeron más de 50 millones de dólares. Fue traducido a 20 idiomas. Se le consideró el profeta de los norteamericanos de los años 60 y, por fin, parodiando a Jesucristo, a partir de él un grupo de intelectuales desesperanzados fundó una "Nueva Edad" (el movimiento gringo del New Age).

Pero cometió un solo error en la vida: se casó, aunque después se separara, negara el matrimonio y afirmara reiteradamente que un profeta casado es un personaje ridículo.

Carlos Castañeda no protestó en absoluto cuando los editores le quitaron el rabito de la eñe a su apellido, y no aceptó cuando le pidieron una foto para la contracarátula.

En las poquísimas entrevistas que concedió, aseguró que provenía de Brasil, aunque también dijo ser un príncipe persa, un sabio portugués y un faraón egipcio reencarnado. Ahora se sabe que era cajamarquino.

En cuanto a su personaje, el sentencioso chamán mexicano don Juan Mateus, Castaneda sostuvo que lo había conocido en una estación de autobuses de Los Ángeles: en estos momentos se duda de si de veras existió. La sabiduría de don Juan, o tal vez la del propio Castaneda, provenía supuestamente de haber ingerido la raíz del peyote y, gracias a los poderes alucinógenos de aquél, de haberse puesto en contacto con los viejos maestros mayas que caminaron sobre las tierras de México en los milenios del ayer.

El asombroso brujo del libro tenía recetas para volar, para hacerse invisible, para transformarse en un animal, para caminar sobre otros mundos y para vivir eternamente, pero sobre todo para llegar a ser feliz.

Es natural que fuera escuchado, en los sesentas, por una generación que veía el fracaso de Estados Unidos en Vietnam, que estaba cansada de una racionalidad impotente y que comenzaba a escudriñar los secretos de las viejas culturas precolombinas.

De Norteamérica, el sortilegio saltó a los otros países, y de un momento a otro todo el mundo estaba contagiado de brujería.

Lector apasionado de Don Juan y autor de una tesis sobre ese personaje, mi amigo Teodoro Rivero-Ayllón viajó en esa época a la Isla de Pascua para entrevistarse allí con un Maestro desconocido.

Hubo castanedistas en todas partes, y el único vínculo que los juntaba, por encima de sus disímiles creencias, era su ignorancia sobre lareal nacionalidad del autor... ¿persa? ¿brasileño? ¿portugués? ¿egipcio?¿cajamarquino?

Al respecto, el artista gráfico -ya fallecido- José Bracamonte Vera me contó una vez que había estudiado con él en la Escuela de Bellas Artes de Lima. Por su parte, Douglas F. Sharon, director del Museo del Hombre de San Diego, me dijo que habían sido condiscípulos en la universidad de Los Ángeles.

Y, por fin, cuando era profesor visitante de la universidad de Berkeley, Mario Vargas Llosa recibió a Carlos Castaneda. Me contó Mario que el recién llegado se resistió a revelarle su nacionalidad y, más bien, le hizo creer que había recorrido a pie el trecho entre Los Ángeles y San Francisco (más o menos 500 kilómetros) tan sólo para conocerlo.

Decía al comienzo de esta nota que casarse fue el único error de Carlos Castaneda, y lo ratifico. Cuando él ya había muerto, apareció Margaret Evelyn Runyan de Castaneda con doimicilio en Charleston, West Virginia. Papeles en mano, probó que hubo matrimonio, que se celebró en 1960, y que su marido no fue un príncipe persa sino un imaginativo cajarmarquino.

En cuanto a don Juan Mateus, parece que éste no existió. Según la viuda, el apellido tiene un curioso origen. Castaneda adoraba un vino portugués de marca "Mateus", y en una ocasión en que lo bebían, proclamó a toda voz: "De aquí, del vino, provienen toda la magia y los conocimientos del universo". En total coincidencia con él, creo que esa vez sí dijo la verdad.

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