Decía Ortega que la base de todo gran equipo empieza por el portero. Por si alguno se ha hecho un lío les diré que Ortega, Orteguita, era un amiguete de la infancia un tanto canijo, moreno oscuro casi negro y habilidoso como pocos en el arte del regate. Uno de tantos chavales de aquel barrio anteriormente denominado José Antonio donde me críe feliz corriendo detrás de un balón. El Dios del fútbol repartió sus cartas y a Orteguita, el Negro para los íntimos, le tocó un guante por pie izquierdo con el que zigzaguear entre las defensas rivales con asombrosa facilidad. Tal vez por eso acabó años después como taxista.

A Ortega, en su calidad de «primus inter pares», siempre le correspondió en la previa de aquellos partidos callejeros escoger a los integrantes de su equipo mediante el más justo y nunca superado método del chapí-chapó; normalmente en pugna con el Marqués, otro figura del barrio, en este caso mediocentro aunque él no lo sabía. Aún me sudan las manos cuando recuerdo la tensión por no ser seleccionado el último, en lo que en el argot se denominaba «el camión del pescao». Pues bien, aquel tipo moreno y esmirriado al que se le caían los goles con el balón imantado a su zurda, tenía por norma elegir siempre al guardameta en primer lugar en su convencimiento de que la base de todo buen equipo empieza por el portero.

Me viene hoy a la cabeza aquel aforismo Orteguiano a propósito de los muchos cambios que se barruntan en el horizonte de la plantilla blanquiazul, entre ellos el del cancerbero. Ojalá anden acertados desde la secretaría técnica y se traigan buenos peloteros que mejoren lo presente y arrojen por fin algo de luz a la parroquia herculana. Pero por favor, un ruego a quien corresponda: que las urgencias no nos hagan una vez más olvidar el fondo. No sé si Orteguita acertaba o no al pensar que un buen portero es la base de un buen equipo, pero estarán conmigo que donde no hay duda es en que la base de un buen club es su cantera, y ahí señores míos, andamos a oscuras desde hace lustros.

No se me escapa que la situación actual es la que es y que ahora mismo estamos a setas, pero más pronto que tarde alguien con mando en plaza debe ser audaz y cambiar de una vez por todas de paradigma. Apostar decididamente por una eficaz gestión de cantera parece hoy más que nunca una cuestión de supervivencia, esa será la verdadera base para construir un club con arraigo y de futuro, y por cierto, también el grandioso legado del que lo consiga.