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Flores artificiales y carniceros chinos

No sé dónde van a encajar el Barça y el Madrid todos los fichajes que los medios de comunicación dan por seguros

Todavía no ha terminado el campeonato de Liga y ya estamos hablando de los fichajes de la temporada que viene. Qué pesadez. A no ser que haya habido cambios en el reglamento y se permita que los equipos de fútbol jueguen con quince o veinte jugadores, no sé dónde van a encajar el Barça y el Madrid todos los fichajes que los medios de comunicación dan por seguros. Es más, sólo un cambio revolucionario en el reglamento haría posible que un jugador fiche a la vez por dos equipos (sí, otra vez el Madrid y el Barça), que es lo que parece que va a ocurrir si hacemos caso a las fuentes bien informadas que alimentan todo este rollo de los fichajes. ¡Bah! Es sólo ruido, y la forma que tienen los due- ños del negocio del fútbol de inflar hasta la extravagancia más repugnante el precio de chavales como Mbappé o de futbolistas semidesconocidos hasta ayer por la tarde como Theo.

Los grandes clubes de fútbol prefieren fichar a un futbolista caro (cuanto más caro, mejor) formado en otro equipo que un futbolista surgido de las entrañas de sus canteras. Y eso es algo tan difícil de entender como el precio de Mbappé o la posibilidad de que Balotelli fiche por Las Palmas. Parece que Barça, Madrid, los dos Manchester, Bayern y compañía aman, como Cavafis en su poema "Flores artificiales", no los narcisos y los lirios verdaderos, sino las flores artificiales hechas con oro y con cristales, labradas sobre el nácar y en esmalte. Cavafis, en su poema, prefiere las flores artificiales pintadas de color más bello que los naturales a las flores que surgen, sucias, de la tierra fangosa. Del mismo modo, los clubes más ricos prefieren las flores artificiales creadas por los medios de comunicación y los representantes, con colores más bellos que los naturales, a las flores que surgen de los campos de entrenamiento donde crecen, sucios de sudor y cansados de tener que demostrar cada segundo que merecen correr por la tierra fangosa, los futbolistas canteranos. Es posible que, tal como funciona el fútbol de hoy, un equipo plagado de canteranos parezca tan vulgar como un jardín con rosas verdaderas, y que los millonarios que han comprado el fútbol prefieran las flores artificiales. Bueno. ¿Y qué pasa con un futbolista que ficha por todo un Madrid o todo un Manchester City pero le falta aroma futbolístico? No pasa nada. Como dice Cavafis, si no tienen aroma (Bale, por ejemplo), verteremos fragancia y ante ellos quemaremos mirra deliciosa.

Con los entrenadores ocurre algo parecido. Algunos equipos son como Catón el Censor, el romano que escribió un libro de medicina que consistía en fórmulas mágicas y hierbas medicinales porque estaba convencido de que la buena salud no tiene necesidad de médicos. ¿Para qué sirve un entrenador bien formado en la medicina del fútbol y bla, bla, bla? Lo que se necesita es un entrenador amigo de las fórmulas mágicas y de las hierbas medicinales que convierten a un jugador en un crack sólo con charlas motivacionales y psicología de teletienda. ¿El Barça está buscando a un médico que sustituya a Luis Enrique, o a un tipo que tenga la famosa "flor" medicinal que supuestamente Zidane emplea en el Madrid?

Los clubes de fútbol, sobre todo si disponen de grandes jugadores, deberían contratar como entrenador a alguien como el carnicero real chino del siglo IV a. C. que utilizaba un cuchillo que nunca se mellaba porque conocía con exactitud la disposición de los huesos y articulaciones de cada esqueleto animal, y eso hacía que los cortara siempre con gran habilidad. ¿Entrenar no es algo parecido? ¿No consiste en conocer la disposición de huesos y articulaciones de los equipos y utilizar el cuchillo con habilidad y conocimiento? Pero siempre es más fácil confiar en un vendedor de crecepelo que en un buen carnicero chino.

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