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La papeleta

Pere Rostoll

Y ahora Podemos se va de congreso

La grabación en la que un grupo de «apuntados» a un círculo de Podemos en Alicante se echa en cara, durante una asamblea interna, prácticas de supuesta financiación irregular es el último episodio del sainete que, casi desde su nacimiento, protagoniza la formación de Pablo Iglesias en esta provincia y en la Comunidad. El secretario general de Podemos en Alicante, Pascual Pérez Cuenca, admite en la página anterior que, efectivamente, llegaron a las arcas del partido fondos sin control en las últimas campañas electorales aunque los circunscribe a gastos de pequeña cuantía: gasolina, cola para carteles... Poco o mucho, el mal ya está hecho. «Qui furta un ou, furta un bou», reza el refranero valenciano. Una formación que se sumaba a la vida pública para cambiar las formas y acabar con los «males» del bipartidismo no se puede permitir ni el más mínimo error. Máxime cuando uno de los grandes argumentos de la izquierda, precisamente, es el «dopaje» del que durante años disfrutó el PP para sufragar sus campañas en la Comunidad al margen de la legalidad. No es un tema menor.

La revelación con la grabación de esa asamblea, fruto del trabajo periodístico de mi compañero Alejandro Fernández, evidencia otra vez el caos de una formación que decidió en las elecciones municipales convertirse en «vientre de alquiler» para salvar a EU antes que dar la cara ante los ciudadanos sólo para que Pablo Iglesias llegara en mejores condiciones a las elecciones generales sin importarle una higa la gente. Un partido que montó una primera ejecutiva en la capital alicantina que tuvo que marcharse entre expedientes disciplinarios, «pucherazos» y espionaje interno. Una organización que eligió a una concejala como representante en la candidatura electoral de Guanyar - Nerea Belmonte- que se convirtió en tránsfuga después de que fuera expulsada del equipo de gobierno municipal por supuesto trato de favor en la adjudicación de contratos troceados para sortear la ley. Unas siglas que inauguraron también el rincón de los tránsfugas en las Cortes Valencianas con Covadonga Peremarch, otra de las implicadas en el enredo de la primera ejecutiva de los podemitas en Alicante.

Una formación que vive del tacticismo -estrategia reñida con la responsabilidad- y que fue incapaz de sumarse al Consell en el Pacte del Botànic junto a los socialistas y Compromís tras veinte años del PP. Ahora ni es gobierno con lo cual nada puede rentabilizar; ni tampoco es oposición con su apoyo parlamentario al gobierno de Ximo Puig y Mónica Oltra. Atado de pies y manos, el grupo de Podemos en las Cortes ya ha consumido casi la mitad de la legislatura cuando cuenta entre sus filas con un interesante ramillete de diputados: Llum Quiñonero pone la esencia progresista; Antonio Estañ, diputado de la Vega Baja, despliega uno de los discursos más sensatos de reconciliación del pueblo valenciano viva en el lugar que viva y con respeto absoluto al idioma que hable cada uno; y el alcoyano Josep Almeria conecta al partido con uno de los movimientos asociativos más importantes de la Comunidad: la música. Todo eso está tapado por el lío. Y otros que podrían alzar la voz en Madrid -los diputados Rita Bosaho y el «cunero» Txema Guijarro además de la senadora Vicenta Jiménez- han jugado un papel menor de tono bajo -casi de silencio- en la denuncia de la discriminación a la provincia y la Comunidad. Y este fin de semana a pelearse unos contra otros en su congreso... Una ecuación de muy difícil solución. Casi imposible.

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