Pagar los en impuestos en Torrevieja no quiere decir que todos los servicios dependientes o no del Ayuntamiento tengan que ser gratis. Como quiera que los días de vino y rosas -más bien vino y canapés con cargo a las arcas municipales- se han visto reducidos a la mínima expresión en el municipio, ello ha motivado la instauración en casi todos los colectivos locales de un malestar lógico en las personas que de una forma u otra se beneficiaban de las migajas de aquellas grandiosas «pastelás», ofrecidas para pescar votos a mansalva.

De aquellos polvos están aflorando lodos como la concentración del otro día frente al Ayuntamiento protagonizada por parte de los miembros del colectivo de la Tercera Edad.

Tan enardecidos estaban de buena mañana los de la edad de oro que las fuerzas del orden se vieron en la necesidad de intervenir para evitar la «toma» masiva de la Casa Consistorial, para exigir allí al alcalde, José Manuel Dolón, mejores servicios.

Pertenezco a este colectivo, el más numeroso en la pirámide de edad en este lugar, y me relaciono, como es lógico, con muchos de sus componentes. No se comportan así ni de lejos. Son gentes que se hacen respetar y por ello respetan al prójimo, echan una mano, dos o las que hagan falta a sus hijos, nietos y amigos. Se pagan sus aficiones, como las de criar canarios, salir a pescar, al campo a coger caracoles o cazar, sin arramblar en ninguno de los casos, y tienen sus tertulias diarias.

La mayoría de las buenas personas con edad en este pueblo lamentablemente, son maleables hasta el punto de creer a pies junticos que la cúpula del Partido Popular local ha sido detenida por corrupción o que al alcalde José Manuel Dolón lo ha sacado del Ayuntamiento esposado la Unidad contra el Crimen Organizado por un delito similar. Lo han visto en su teléfono móvil o se lo ha dicho un amigo. Es muy fácil desviarles el punto de mira. Basta para ello decirles lo que quieren oír. Quienes llevan la manija lo saben. Por ello, a falta de otros argumentos, echan mano del pago obligatorio e irremediable de tasas e impuestos.

Y uno, que está hasta los mismísimos de oír las mismas cantinelas de estos airados contribuyentes locales, se pregunta si en los villorrios, pueblos, ciudades o capitales de provincia que han dejado para venirse a vivir aquí pagaban o no pagaban impuestos y con qué servicios contaban en ellos. Tan salidos de madre iban con sus quejas con este pueblo que resultaba bochornoso, irrisorio o esperpéntico oírles decir que iban a pedir la devolución del dinero que habían pagado por sus viviendas (las cuales, imagino, que también las piensan devolver).

Y luego estamos lo de aquí y sus comentarios. Son unánimes a la hora de valorar este tipo de reivindicaciones. Lo primero que dicen es aquello de «no son de aquí». Y tampoco es eso. No serán de aquí pero viven entre nosotros y muchos de ellos ya tienen hijos y nietos nacidos en estos lares. No hay que meter todos los huevos en la misma cesta. No es justo.

Ocurren estas cosas por las circunstancias apuntadas anteriormente. En este pueblo hemos tratado a «piquico rollo» a pensionista y jubilados que cuentan con cinco casas de la tercera edad, sostenidas con fondos municipales y alguna de ellas inauguradas y puestas en funcionamiento hace años, antes incluso de contar con una biblioteca decente.

Desconozco las normas del funcionamiento interno de estos centros, aunque puedo dar fe de que los componentes de algunos de ellos se han hecho con una capa ajena un sayo a su medida. Vamos, un sindiós como suele decirse, que está costando meterlo en «verea» bastantes mas esfuerzos de los previstos inicialmente y todo por no tirar el carro por el pedregal. Y aún y así todavía protestan. A raíz de hechos de esta calaña pienso en este país que sigue azotado por las crisis y que a pesar de su iniquidad nos hemos acostumbrado, nos hemos acomodado, al devenir diario.

Por ello están intentando hacernos creer que volvemos a nadar en la abundancia. Hasta tal punto nos consideran ignorantes cual «fabetos sin escultur», a decir de uno de los muchos sabelotodos locales, que nuestra primera figura política a escala nacional, el diputado torrevejense en las Cortes Generales por el PP alicantino, Joaquín Albaladejo, para estar a la altura de las consignas imperantes, recupera su mejor versión de vendedor de mantas saliendo a los medios a pregonar, más o menos, lo siguiente: «Jamás la Comunidad Valenciana ha estado mejor contemplada, a nivel de inversiones en los presupuestos estatales». Y se queda tan fresco, satisfecho con su parrafada. Como lo del dicho: «¡Qué país, qué pueblo, qué paisaje, qué paisanaje!».