Hace 30 años, el 31 de marzo de 1987, un juez estadounidense declaraba válido el contrato entre Bill Stern y Mary Beth Whitehead mediante el cual ésta había aceptado, a cambio de 10.000 dólares, ser inseminada artificialmente con el esperma de él, llevar a término el embarazo y renunciar a los derechos de filiación sobre la niña (la tristemente famosa Baby M) en favor de Betsy, la esposa de Bill, enferma de esclerosis múltiple. Se impuso la «madre de intención» sobre la madre genética y biológica. Lo que nunca se puso en cuestión fue que Bill era el padre, tanto genético como de intención.

Hace 30 años, concretamente el 9 de mayo de 1987, se publicaba en el Boletín Oficial de las Cortes Generales una proposición de ley presentada por el grupo parlamentario socialista del Congreso que, culminada su tramitación, daría lugar a la aprobación de la Ley 35/1988, de 22 de noviembre, sobre técnicas de reproducción asistida. Previamente a esta iniciativa, el 10 de abril de 1986, el Pleno del Congreso había aprobado el conocido como «Informe Palacios».

Dicho informe era el resultado de los trabajos desarrollados en la Comisión Especial de Estudio de la Fecundación In Vitro y la Inseminación Artificial Humanas y contenía 155 recomendaciones, tanto de carácter general como específico, para la elaboración de una futura ley. El apartado H), titulado «Sobre la gestación por sustitución» contenía tres recomendaciones (115 a 117) orientadas en el mismo sentido: la prohibición. Finalmente, tanto en aquella ley como en la actual de 2006, bajo intereses de una industria reproductiva cada vez más pujante, se optó simplemente por declarar la nulidad de pleno derecho de este tipo de contrato y afirmar que la filiación materna se determina por el parto. Esto es lo que pretende cuestionarse ahora y lo que se burla acudiendo a otros países donde ya estos contratos son legales.

En noviembre de 1986, gracias a la colaboración del Instituto de la Mujer (creado en octubre de 1983 y dirigido entonces por la feminista Carlota Bustelo), Leonor Taboada pudo publicar un breve libro titulado «La maternidad tecnológica: de la inseminación artificial a la fertilización in vitro». En él ya hacía referencia a las madres de alquiler o alquiler de úteros y alertaba que la fragmentación de la maternidad que propiciaban las nuevas tecnologías quitaba poder a las mujeres. Instaba a la acción antes de que las tecnologías nos impusiesen «una maternidad industrializada, sometida a las leyes del mercado, experimentada sobre los cuerpos de las mujeres». Alertaba a «aquellas mujeres que no acaban o no han empezado a ver nada preocupante en el frenético desarrollo de estas tecnologías». Y miren en qué situación nos vemos ahora, más de 30 años después? #NoSomosVasijas