icen unos y otros que los avales no son votos. Y es cierto. Pero también es verdad que el «primer round» de las primarias socialistas se salda con dos grandes titulares a la espera de que se abran las urnas el próximo 21 de mayo. Primero: la presidenta de Andalucía, Susana Díaz, no tiene ganada la elección como futura líder del PSOE. Ni de lejos. El «aparato» se ha quedado lejos de imponer su pegada y la diferencia de poco más de cinco mil firmas en toda España deja completamente abierto ese proceso. Los «pinchazos» de la andaluza con la movilización en sus actos -como ocurrió en Elche hace unos días- ya vaticinaban que esa diferencia tampoco sería demasiado amplia. Y así ha sido. Pedro Sánchez ha cosechado todavía más apoyos de los que reunió hace ahora dos años -alrededor de 16.000 avales por encima- y ha logrado trasladar la imagen de que la contienda está nivelada. Una diferencia que va a dar alas a sus partidarios para convencer a los que no han dado su firma a ninguno de los tres aspirantes a tomar el mando del PSOE -alrededor de un tercio del censo- de que puede alzarse con la victoria. El papel de Patxi López, sin apenas espacio, pasa a ser casi testimonial. La política son expectativas. Y, desde luego, Susana Díaz no ha cubierto la que quería: conseguir una victoria sin paliativos en las firmas. Y Pedro Sánchez, por contra, sí cierra este primer asalto con todas sus opciones intactas. Segundo titular: el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, tiene un problema. Y no es una cuestión menor. La goleada de Pedro Sánchez a Susana Díaz en la recogida de firmas entre los militantes socialistas de la Comunidad

-cuenta con más de 8.100 firmas, la mitad del censo del PSPV y más que sus dos rivales juntos- pone contra las cuerdas el liderazgo en el partido del jefe del Consell, decantado a favor de su homóloga andaluza. En Alicante las fuerzas están más igualadas con una victoria pírrica por la mínima de Díaz, pero en Valencia y Castellón, la diferencia a favor de los «sanchistas» es nítida. Eso pone a Puig en una situación muy delicada. Nadie le va a mover la silla de la secretaría general del PSPV en el congreso que se celebrará a finales de julio. Es el presidente de la Generalitat y eso todavía se respeta. Pero evidenciar que está en minoría le va a dejar a merced de los críticos a la hora de conformar su ejecutiva y de trazar un proyecto político para 2019. Confirmar esta derrota en la votación del 21 de mayo dejaría al jefe del Consell al frente de una nave en la que la sala de oficiales y el rumbo del timón podría acabar condicionado por otros. Así que no está en juego sólo el mando de Ferraz, sino la estabilidad del partido que gobierna la Generalitat. Poca broma.