A pesar de que llevo veinte años leyendo todo lo relacionado con la Guerra Civil española y la dictadura franquista que llega a mis manos, siguen sorprendiéndome nuevos testimonios que, poco a poco, se han ido conociendo en los últimos años. Podríamos pensar que con la reinstauración de la democracia en España tras el golpe de Estado de 1936 se puso fin a una dictadura que hasta sus últimos días encarceló, fusiló y persiguió a todos aquellos que deseaban una España democrática. Podríamos pensar también que una vez conseguida la libertad en España se resarció la memoria de los oprimidos y se puso negro sobre blanco todas las injusticias que se habían cometido durante casi cuarenta años. Este segundo aspecto no se ha conseguido.

Hace unos días terminé de leer uno de esos testimonios que resumen, por sí solos, como fue la dictadura franquista y la dura represión que se ejerció sobre el bando republicano una vez finalizada la guerra. Me refiero a El valor de la memoria. De la cárcel de Ventas al Campo de Ravensbrück (Editorial Renacimiento. 2016) en el que su autora, Mercedes Núñez Targa, rememora su detención y encarcelamiento tras la guerra civil, su huida a Francia para luchar en un grupo de resistencia antinazi formado por excombatientes republicanos españoles y su envío al campo de concentración y trabajo de Ravensbrück.

He de reconocer que después de haberlo leído me ha ocurrido lo mismo que a Elvira Lindo, quien prologa este libro. Muchas de las escenas que se describen han permanecido varios días en mi mente, subrayando con su presencia una historia oculta durante demasiado tiempo y que sólo ahora, cuando la guerra civil es ya historia y ha dejado de ser algo vivido por personas con las que hemos compartido nuestras vidas, comienza a conocerse la verdadera dimensión de la represión que se llevó a cabo durante la dictadura franquista, sobre todo en los primeros años, cuando se copió el modelo nazi que se llevó a cabo en Alemania y en los países ocupados durante la II Guerra Mundial.

Así como existe una extensa y conocida bibliografía sobre las vidas de los miles y miles de hombres que fueron encarcelados en prisiones españolas en durísimas condiciones después de la guerra por su condición de ser contrarios al fascismo que por aquel entonces se cernía sobre Europa, y así como también se han publicado numerosos testimonios de españoles recluidos en campos de concentración y de exterminio tan conocidos como Mauthausen o Buchenwald, sigue existiendo un cierto desconocimiento sobre el número de mujeres españolas que fueron deportadas a campos de concentración alemanes y sobre las duras torturas, malos tratos y fusilamientos de miles de mujeres ocurridas en cárceles franquistas después de la guerra civil.

El retrato que hace Mercedes Núñez en su libro -escrito en 1960 en Francia- sobre su vida diaria y la de sus compañeras de prisión en la cárcel de Ventas de Madrid produce en el lector un sobrecogimiento que le obliga a leer cada página con el corazón en un puño. A pesar de que no se excede en la descripción de las torturas, de la suciedad en la que vivían o del hambre, su forma de escribir -en ocasiones simples pinceladas- describe con minuciosidad visual el aparato represor carcelario del franquismo y, sobre todo, recuerda la dignidad y valor con que miles de mujeres anónimas tuvieron que sufrir el escarmiento sobre sus cuerpos por ser familiares de combatientes del bando republicano.

Traigamos a esta página algunas de las atrocidades que se cometieron en las cárceles franquistas después de la guerra. Cuenta Mercedes Núñez el caso del niño « Marianín» -de dos años de edad- al que unos torturadores falangistas ataron boca abajo en una mesa y le dieron decenas de latigazos hasta dejarle espalda en carne viva delante de su madre, de poco más de veinte años, para que confesara. ¿El qué?, nos preguntamos, ¿que era partidaria de la República?

Muchas de las detenidas llegaban embarazadas a la cárcel, donde daban a luz. El número de niños que morían era tan alto que en ocasiones no había dónde guardarlos hasta que se organizaba un entierro para todos a la vez. Se guardaban todos los cuerpecitos en uno de los retretes y una de las madres hacía guarda por la noche para evitar que las ratas se los comiesen.

Después de quedar en libertad por un error Mercedes Núñez huyó a Francia. Tras ser detenida y torturada por la Gestapo fue enviada al campo de Ravensbrück, un segundo infierno del que por un azar, su espíritu de lucha y su instinto de supervivencia logró sobrevivir.

Lo que nos enseña este libro es que durante la dictadura franquista y el nazismo hubo miles de personas anónimas que aún sabiendo que su muerte no iba a importar a nadie -en un tiempo en el que el fascismo dominaba Europa- decidieron no plegarse y luchar con lo único que tenían: la dignidad del ser humano.