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Crisis doméstica

El reparto de las tareas del hogar es una de las cosas que más han hecho chirriar la vida en pareja

La convivencia es difícil. Muy difícil. En cualquier ámbito. Pero quizá donde las dificultades afloran con mayor intensidad es en la relación de pareja. Y resulta extraño, porque cuando dos personas llenas de amor y cariño se unen en un proyecto común para formar una familia da la sensación de que no deberían tener dificultades. Y, sin embargo, las tienen. Y más aún cuando la mujer trabaja dentro y fuera del hogar. De hecho, son muchas las que se quejan de la colaboración masculina en las tareas domésticas y opinan que los hombres ayudan poco, mal, con prisas y desgana. Y, además, hay que solicitarles esa ayuda.

Y es que existen muchos hombres que, cuando llegan a casa, agotados de trabajar, y colocan su cuerpo en el sofá, en posición de bajo consumo, tratan de acallar a gritos la voz de su conciencia. Para ello, aprovechando el estruendoso llanto del bebé, el ladrido del perro, o el runrún de la lavadora, murmullan con la boca pequeña: "Oye, ¿quieres que te eche una mano?".

Y es que, a estas alturas de siglo, el reparto de las tareas domésticas es una de las cosas que más han hecho chirriar esa vida en común. Hombres y mujeres quieren vivir en un lugar agradable y tranquilo, pero, ¿quién se pone manos a la obra? Durante generaciones nos inculcaron que las cosas de la casa eran ocupación del sexo femenino, pero muchas mujeres, cansadas de trabajar fuera del hogar y de gestar hijos, parirlos, cuidarlos y criarlos, de atender a familiares enfermos y ancianos, además de realizar esas labores pesadas y rutinarias que empiezan y terminan todos los días, han puesto el grito en el cielo. ¡Hasta aquí hemos llegado!, han dicho con toda la razón del mundo. Porque ya no están dispuestas a seguir tolerando la desigualdad en el ámbito familiar y a aceptar el papel de esposas y madres subordinadas y supeditadas. ¿Y qué es lo que ha sucedido? Pues una profunda crisis en la convivencia. También en la familia. Y eso ha complicado bastante las cosas. Porque mientras haya hogar, alguien tiene que atenderlo, y mientras haya hijos, alguno tiene que cuidarlos.

Lo cierto es que resulta difícil erradicar costumbres que han imperado durante generaciones. Por eso, mientras esperamos la crisis de la crisis, el número de separaciones sigue aumentando de forma significativa. Cada cuatro minutos se rompe una pareja en España.

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