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Javier Mondéjar.

¿A quién no quiere el señor Ikea?

Si yo fuera el Sr. Ikea -Don Olof Ikea, por ejemplo- me pensaría muy mucho con quién me reúno y para qué. Cosa muy diferente sería invitar al personal a comer unas albóndigas suecas en la tienda, pero para eso no hace falta que el amo esté presente, basta con un encargado de esos con jersey bicolor azul-amarillo. El Sr. Ikea, como es sueco, prefiere hacerse el ídem sobre lo que pasa en Alicante y bastante tiene con la publicidad gratuita que aquí se le hace, que sin duda redunda muy beneficiosamente en la venta de cacharritos en Murcia. Así está siempre la autovía, que no hay por dónde cogerla. Deberían hacer una nueva exclusiva para Ikea y dejar la de siempre para los que queremos tomarnos con tranquilidad una marinera en la Plaza de las Flores. Que no hay forma, diantre.

Está claro que a Don Olof se le ha acabado la paciencia con éste su tripartito ?disculpen que no me sienta concernido? y ha decidido que si ellos ponen la vaca son ellos quienes venden la leche, o dicho de otra forma: «esto son lentejas, las comes o las dejas». Personalmente odio las lentejas, así que mi elección estaría clara, pero eso no quiere decir que sea beneficiosa para mí, que ya decía mi madre que tienen mucho hierro y yo le respondía que prefería comer raspaduras de lima antes que esa legumbre con forma y color tan desagradable (para mí). Y por si fuera poco los niños en el cole, antes de que existiera el acoso escolar, ya me daban por saco con una rima con mi apellido y las lentejas, lo que no ha redundado favorablemente en mi aprecio por la leguminosa.

Pero te gusten o no las exigencias del Sr. Ikea, cosa distinta es considerar si es o no bueno para Alicante ciudad que se instale allí y no en la frontera con Elche, por ejemplo, o en San Vicente del Raspeig o en Sant Joan que recordémoslo, están a dos pasos mal medidos. Obviamente los comerciantes se oponen, pero es que si yo fuera vendedor de pitrufillos no querría ni por asomo que en mi ciudad hubiese otro; es más, me encantaría tener el monopolio mundial de los pitrufillos. Preguntar a los comerciantes si quieren más competencia no deja de ser un ejercicio estéril por no llamarlo onanismo mental. Lo mismo pasó cuando se instaló El Corte Inglés y los comerciantes establecidos pusieron el grito en el cielo porque iba a acabar con el comercio de la ciudad. Y en algunos casos fue verdad y se hundieron, y en otros sus establecimientos subieron como la espuma o se instalaron en los alrededores de ECI. Siempre recuerdo al respecto que los indios tiraron flechas a los ferrocarriles y los obreros quemaron las primeras máquinas, maquinándose ?y valga el chiste? que iba a acabar con sus puestos de trabajo y el pan de sus hijos. Luego no fue así y unos y otros fueron adaptándose a los nuevos tiempos y ?como siempre? los dinosaurios la palmaron, que esa película está muy vista.

Independientemente de los motivos electorales que tenga cada cual para dar el visto bueno o el visto malo al macrocentro del bueno del Sr. Ikea, lo cierto y verdad es que a los suecos les han mareado bastante, porque no les dicen que no les quieran, pero ni les rechazan ni les besan apasionadamente en los morros. Mucho interés, pero mucho, tendrían que tener por instalarse en la capital de la provincia para plegarse a tanto burreo y reunirse por triplicado con algunos que unas veces dicen sí, otras no y otras dicen sí y o no simultáneamente. Por no hablar de la representatividad y la seriedad que en este tema pueden ofrecer los que mandan en el ayuntamiento: unos por jugar a tener que consultar permanentemente a sus bases y así no mojarse y otros, como el alcalde, porque no tienen claro lo que sus bases desean, aunque me malicio que sus bases ?si le quedan? lo que desean es tener líderes que sepan de verdad liderar y lo de Ikea les trae un poco al pairo.

No me gusta ni un poco que ahora que el Sr. Ikea no les ajunta se líen la bandera de Alicante a las costillas y salgan de patriotas a decir que si no les quieren nos están despreciando a todos los alicantinos y peor para ellos, que se queden con sus mueblecitos de m. y sus albóndigas, que buenos somos para plegarnos a un chantaje. Me aburren tanto las cuitas tripartitas como pereza me da montar un mueble de Ikea, con sus millones de tornillitos y clavijas, y poca fiabilidad ofrecen esas estructuras de bar de película cutre del Oeste, esas mesas de cartón piedra o madera de balsa que se pulverizan en cuanto un malandrín se desploma golpeado por el sheriff. Entiendo a la empresa sueca, que al fin y al cabo pretende lo mejor para sus intereses, y mucho menos a la santísima trinidad que lleva un desbarajuste que para qué y si únicamente fuera por lo de Ikea no les iría mal a los capitalinos. Es seguro que en Alicante hay un problema, ¿pero de verdad el problema es Don Olof?

Sospecho que por fastidiar la operación de Enrique Ortiz se han metido en un jardín. También me apostaría una cena con aros de cebolla ?ando pobre? a que Ikea no se instalará en Alicante capital jamás de los jamases y yendo a más no me extrañaría ?pero nada? ver el macrocentro en los alrededores, con lo que Alicante tendría todos los inconvenientes y ninguna de las ventajas. ¿Les suena el Pryca de San Juan?

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