En el III domingo de Pascua celebramos la Jornada del Misionero Diocesano. En este día toda nuestra diócesis, con un solo corazón, dar gracias a Dios y rezar por nuestros diocesanos que están colaborando con el Espíritu Santo, en el crecimiento de la Iglesia en lugares apartados. Es un día para tener un recuerdo agradecido por esos hombres y mujeres, discípulos misioneros de nuestra tierra, que están regando con sus vidas los surcos de un lugar lejano al que han sido enviados para anunciar la Buena Nueva.

El texto evangélico de este domingo nos es muy conocido: lo estamos meditando en la «lectio divina» de nuestro Plan Diocesano de Pastoral. El Resucitado, deseoso de encender y calentar corazones apagados, se acerca a dos de sus discípulos que están volviendo a Emaús, tristes, negativos y desesperanzados. «Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos». El Señor, se encuentra y camina con ellos para llenarlos de la alegría de su presencia. La historia de Emaús terminará con unos discípulos que quieren adentrarse en la aventura apasionante de la expansión del Reino de Dios. Aquellos hombres serán unos «locos» evangelizadores que nada ni nadie podrán frenar.

Cristo Resucitado también camina hoy a nuestro lado y comparte nuestra vida, pero está cerca especialmente de los pobres. Ellos son los más frágiles, los más débiles, los más necesitados. El Resucitado se acerca a ellos sensiblemente a través de la Iglesia y los sacramentos, pero también se reviste de la persona del misionero para acompañarlos en su caminar. El misionero es aquel que camina con Cristo acompañando a los pobres para anunciarles la Buena Noticia de que ellos son valiosos para Dios. El misionero camina con Cristo cerca de los pobres para mostrarles, con su vida, que ellos son los preferidos del Señor. Y lo testimonia adentrándose en los abismos donde los pobres se encuentran. Y toca sus heridas que son el hambre, la sed, la falta de vivienda digna, la ignorancia cultural y religiosa, la falta de higiene, la enfermedad, el abandono y la soledad. Los misioneros caminan con Cristo cerca de los pobres para iluminar sus heridas con la luz del Resucitado.

En esa Jornada pedimos por esos misioneros que son parte de nuestra iglesia diocesana que parece que están lejos pero, como viven para los pobres, están en el centro del Corazón de Cristo, y por lo tanto en el centro de nuestras plegarias.

En este día, junto con la oración, la ayuda económica ocupa un lugar importante. Nuestros misioneros acuden a nuestra Iglesia diocesana solicitando asistencia para poder sacar adelante proyectos que buscan dignificar y acercar más a Dios a las personas a las que atienden. Todos los años, gracias a la Fundación «Misión y Promoción», y a la colecta de este III domingo de Pascua, nuestros misioneros pueden ir haciendo realidad, poco a poco, el sueño de Dios sobre aquellas gentes a las que sirven.

Como Obispo quiero agradeceros, una vez más, vuestras oraciones y ayuda. Por favor, no dejéis de colaborar generosamente en esta Jornada para que, de alguna manera, la siembra que nuestros misioneros hacen, sea también nuestra siembra. A ellos y a vosotros mi gratitud, la gratitud de nuestra Iglesia diocesana de Orihuela ?Alicante.

Recibid mi bendición y mi reiterada felicitación pascual.