La pasada semana se celebraron en València diferentes encuentros bajo el título «Diálogos sobre nutrición y sistemas alimentarios sostenibles», en los que tuve la oportunidad de intervenir. La elección de València, realizada por la FAO (la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación) se debe a que a lo largo de este año 2017 ha sido elegida como capital mundial de la alimentación para trabajar en la promoción de hábitos alimentarios saludables y sostenibles, poniéndose así en valor la alimentación mediterránea que ha sido reconocida como Patrimonio inmaterial de la humanidad, junto al fenómeno emergente de la huerta periurbana que rodea la ciudad y que está cobrando un mayor protagonismo a través de diferentes fenómenos de agricultura ecológica.

El simposio pretendía sobre todo facilitar el diálogo entre diferentes actores, debatiendo el papel de los sistemas agroalimentarios sostenibles, seguros y diversificados, asegurando alimentos sanos y accesibles con el fin de poder reducir el desperdicio de alimentos, proteger la biodiversidad, potenciar una vida más saludable y reducir los efectos del cambio climático. Temas todos ellos decisivos en nuestras vidas y en nuestras ciudades.

Estos primeros encuentros, celebrados en la Universidad Politécnica de València que se volcó en su apoyo, se centraron en el impacto del llamado «Pacto de Milán», analizando el papel de las ciudades y la alimentación en las políticas alimentarias, los sistemas agrarios o los Objetivos de Desarrollo Sostenible aprobados por Naciones Unidas. La lista de participantes era muy larga, reuniendo a responsables políticos e institucionales de la capital autonómica, de la Generalitat, de otras comunidades, así como de instituciones europeas y de Naciones Unidas, los máximos responsables de la FAO en España y en Roma, agricultores, médicos y dietistas, técnicos de establecimientos comerciales y centrales de distribución, profesores e investigadores universitarios, representantes de ONG, organizaciones agrarias y de consumidores, entre otros. De manera llamativa, el único participante de Alicante y la única persona que intervino en el programa oficial de los diálogos procedente de esta provincia fue un servidor, algo que parece abundar en ese distanciamiento sempiterno que se vive entre València y Alicante, en la medida en que esta provincia tiene un innegable papel sobresaliente sobre todas estas cuestiones.

La importancia que tienen las ciudades en los procesos de alimentación y nutrición llevó a un grupo de municipios de todo el mundo a crear, primero una red de ciudades por la gobernanza alimentaria local, cristalizando posteriormente en la firma del llamado «Pacto de Milán», suscrito en octubre de 2015 y al que se han adherido unas 150 ciudades, destacando, entre las españolas, Barcelona, Bilbao, Iruña, Madrid, Málaga, València, Zaragoza y Córdoba. La firma del citado pacto implica una adhesión voluntaria de la corporación municipal al propósito de trabajar activamente en el desarrollo de una política alimentaria sostenible, promoviendo la coordinación entre departamentos y sectores municipales para incorporar elementos de política alimentaria urbana en las políticas, programas e iniciativas sociales, ambientales y económicas que lleven a cabo las ciudades.

El «Pacto de Milán» plantea dos grandes oportunidades. Por un lado, impulsar el municipalismo, como instancia fundamental para los ciudadanos en aspectos cruciales de nuestra alimentación en los procesos de producción, distribución, consumo, abastecimiento y aprovechamiento de nuestros alimentos. Las ciudades pueden hacer mucho más de lo que hacen y este Pacto marca un camino sugerente lleno de oportunidades por explorar. Y al mismo tiempo, en segundo lugar, este acuerdo señala la necesidad de comprender la importancia de impulsar políticas alimentarias de carácter global, capaces de intervenir sobre todo el sistema alimentario en sus distintas fases, ciclos y escalas en cuestiones tan importantes como el hambre y la malnutrición, las empresas agrícolas y los pequeños agricultores, la agricultura periurbana y sostenible, el papel de las grandes empresas agroalimentarias y la reducción del desperdicio alimentario. Para todo ello, el «Pacto de Milán» desarrolla 6 ejes de trabajo centrales con 37 medidas concretas en las que ya están trabajando numerosas ciudades como València, Madrid o Barcelona, que apuestan por el desarrollo de una política alimentaria adaptada a cada ciudad, promoviendo una educación nutricional adecuada para toda la población, asegurando con ello la equidad social y económica mediante un acceso a la adecuada alimentación, sin olvidar el apoyo a la producción alimentaria local de proximidad y los sistemas de abastecimiento y distribución municipales, junto a programas que apuesten por la reducción y el aprovechamiento de los desperdicios.

La experiencia en cada ciudad en el poco tiempo que lleva el «Pacto de Milán» en marcha es tan variada como interesante, habiendo permitido en muchas de ellas un mejor conocimiento de los sistemas alimentarios locales, incorporando estas cuestiones al trabajo político municipal. ¿Y Alicante? Aquí permanecemos enterrados en nuestras polémicas y trifulcas habituales a las que no paramos de dedicar esfuerzos inútiles y energías que no nos sobran, precisamente.

@carlosgomezgil