Érase una escuela de pintura ubicada en un huerto de palmeras llamado el Hort del Xocolater. Decenas de niños, adolescentes y adultos acudían a ese lugar los sábados por la mañana, todos ellos cargados con los materiales pertinentes para pasar la jornada aprendiendo a manejar lápices, pinceles, espátulas, mezclando colores, tratando de adaptar las formas reales a los planos, captando perspectivas, etc. En ese paraje, tanto los alumnos como los profesores disfrutaban de un entorno envidiable, de una vegetación frondosa y de una paz que predisponía, a los que allí acudían, a dejar volar la imaginación. Con la orientación y ayuda de sus profesores, se veía a los alumnos cubrir el papel o la tela con toda clase de imágenes llenas de vida, de luz y de color; al mismo tiempo se podía observar sus semblantes felices y satisfechos de sus «obras».

La creación de esta escuela surgió de la inquietud de Jaime Brotóns y los hermanos Martínez Blasco; estos conocían la labor de la Escuela Naturalista de BARBIZON, y con muy buen criterio, propusieron a la CAM crear en Elche algo similar. El proyecto consistía en enfrentar a los niños y jóvenes de la ciudad a la belleza natural para que despertara en ellos la sensibilidad y pudieran expresar posteriormente sus sentimientos plásticamente. Había un lugar ideal, el Hort del Xocolater, que aunque no era el bosque de Fontainheblau, ofrecía un hermoso bosque de palmeras, densa y variada vegetación, cambiantes colores de la naturaleza y bellos contrastes de luz y de formas. Toda esa riqueza natural era el marco ideal para crear una escuela naturalista donde nuestros chavales fueran arrastrados por la belleza natural y aprendieran a pintar al aire libre y a pleno sol.

Las ensoñaciones de los anteriormente citados, con la colaboración del Grup d´Elx, fueron el génesis de la Escuela de Pintura que vio la luz en 1975. Sixto Marco y Albert Agulló, miembros del Grup d´Elx, se convirtieron en profesores y fueron el alma de la escuela en sus comienzos. Veinticinco años más tarde, los hermanos Martínez Blasco decían con gran satisfacción: «Durante el proceso de fundación una cosa sabíamos, que lo efímero es arrastrado por el río de Heráclito, mientras que las buenas ideas quedan fijas en el tiempo? pero ahora comprobamos que fue una buena idea, estamos celebrando el 25 aniversario».

Naturalmente que la creación de la Escuela fue una brillante idea. El Hort del Xocolater, además de ser un centro docente donde se enseñaba a hacer y amar el arte, era un lugar mágico como pudimos advertir los que por allí deambulamos en más de una ocasión. ¿Qué otra cosa podía ser sino mágico un lugar donde las voces de decenas de criaturas te permitían sentir la paz y el silencio de la naturaleza? También era magia ver como las hojas de los árboles se caían sobre las cartulinas o como los árboles se enraizaban en el papel o la luz y el color se integraban con el lienzo.

En La Escuela se aprendía a pintar, pero se hacía mucho más que eso. Recordemos algunos rasgos de su trayectoria: En La Escuela se impartió durante algún tiempo enseñanza libre y reglada, esta modalidad significaba que La Escuela daba una titulación similar a la de Bellas Artes pero de más baja graduación. Se daban conferencias sobre: Historia del Arte, Mecenazgo, Galerías de Arte, etc. Se realizaron viajes de estudios a París Italia, Alemania y Suiza. Se hicieron representaciones teatrales para niños, etc. María Dolores Mulá, que fue alumna y profesora de La Escuela y que adoraba esta institución, me definió el Hort del Xocolater como: «una plataforma de bienestar y conocimiento artístico».

Me viene a la memoria un artículo escrito por Miguel Ors en este mismo diario el 17 de marzo, lo titulaba «Conservar» y hablaba del patrimonio perdido en Elche, claro que él se refería al patrimonio histórico de la ciudad. La Escuela de Pintura no era histórica pero casi, ya tenía sus años, creo que 40, y además era un centro de cultura novedoso, original, admirado, querido y muy solicitado. Eso sí, no era un producto que cotizara en bolsa y esa fue la causa de su muerte. La cultura no cotiza ni jamás cotizará en bolsa pero enriquece, humaniza y sensibiliza al ser humano. Pienso que todo eso da un valor incalculable a esa faceta de la formación integral del hombre.

Hoy, los hermanos Martínez Blasco tendrían que decir «la idea fue buena pero nuestro pueblo no la ha sabido valorar». La CAM desapareció, pero no la fundación que aún existe, aunque hace poco tiempo decidió deshacerse de este rincón tan querido por muchos ilicitanos. Ante tal dislate, que me dolió en su momento y que me hace escribir el presente artículo, no se oyó ni una sola voz de protesta ¡qué tristeza! Yo me pregunto y pregunto a quien quiera oírme. ¿Es que no se han dado cuenta las entidades políticas, económicas y gubernamentales de la joya cultural que hemos dejado perder? ¿Nadie pudo lanzar un salvavidas a la Escuela de Pintura del Hort del Xocolater para que no desapareciera?

Así acaba el cuento de la Escuela de Pintura del Hort del Xocolater. Moraleja: Hasta que la cultura no cotice en bolsa o dé votos a nuestros políticos no le darán el valor que merece.