Nagore, la heroína de La respiración, la obra que vimos el pasado fin de semana en el Principal, lucha por salir del hoyo en que se encuentra a raíz de su separación matrimonial acaecida más de un año atrás. La actriz Nuria Mencía borda el papel de la neurótica separada, que a través de un juego erótico-festivo urdido por su madre (Verónica Forqué) para que ponga los pies en el suelo y recupere su autoestima, consigue dejar de ser «apéndice» para convertirse en un ser autónomo. Y dormir, por fin, ocho horas seguidas. Objetivo cumplido. El navarro Alfredo Sanzol (del que puede verse ahora mismo en Madrid su última obra, La ternura) ha hecho la obra que quería hacer, puesto que es el responsable del texto y de la dirección, con la inestimable aportación de unos actores perfectos en sus papeles para una obra coral, que es ante todo una comedia. Una comedia que, como todas las buenas comedias, es un caramelo envenenado con ilustres precedentes en el cine de Billy Wilder, por poner un ejemplo. Con todos los ingredientes típicos de este género, y con un imprescindible buen tratamiento del ritmo y la agilidad de las diversas escenas, provoca ante todo la risa, la carcajada que se convierte en mueca helada porque lo aparentemente frívolo esconde una amarga realidad en la que muchos espectadores pueden verse reconocidos. La vis cómica aportada por los actores, y muy especialmente por «la Forqué», verdaderamente genial, hace muy digerible el veneno de este caramelito que es como una hermosa almendra amarga. Asistí a la representación del sábado, y desde entonces no me he quitado la obra de la cabeza. Porque ¿quién no ha sido dependiente de alguien o de algo alguna vez en su vida?, ¿quién no ha estado a punto de sucumbir (o sucumbió, sencillamente) a la depresión producida por la muerte de alguien muy querido?, ¿quién no se ha sentido alguna vez incapaz de levantarse de la cama, de mantener una mínima vida social invadido por la soledad y el desamparo, por el terror a vivir de forma independiente al ser abandonado por la persona amada? Efectivamente, casi todos hemos pasado por alguno de los trances citados, o hemos sido testigos de alguien próximo que bebía de ese cáliz. Que injusto! La mayoría de los afectados por el síndrome de la autoestima perdida, de la incapacidad de salir de un trago que adquiere dimensiones de tragedia, salen (salimos) por nuestros propios medios tras una cruel batalla personal, que podría haberse aligerado pidiendo ayuda. Nuestra heroína Nagore no puede seguir lamiendo sus heridas y durmiendo tres horas diarias, y seguir por más tiempo a punto de caer en una profunda depresión hasta que acepta el reto de participar en una situación disparatada que le servirá de válvula de escape; hasta recuperar la conciencia de que es un ser humano autónomo y capaz de enfrentarse a un destino poco esperanzador. Todo esto, que contado así suena a drama de grandes dimensiones, lo vemos en la obra a través de una continua carcajada o de una media sonrisa; lo que demuestra que la comedia es un género teatral capaz de hurgar en lo más profundo del ser humano como el que no quiere le cosa, y que a través de la risa nos hace pensar. Es el conocido «deleitar aprovechando» de Tirso de Molina. Como ya comenté en otro artículo, el mes de abril nos reconciliará con el teatro tras una temporada endeble, que culminará con la tragedia de Incendios este fin de semana, con la estimulante presencia de la gran Nuria Espert. Mi consejo es que cumplan el objetivo de dormir ocho horas antes de enfrentarse a las tres horas este texto, de obligatoria visión para el buen aficionado teatral. Y si no tienen intención de asistir a cualquiera de las dos representaciones programadas, dormir ocho horas siempre es aconsejable€

La Perla. «Un buen amigo es igual a una buena medicina; de la misma manera un grupo de buenos amigos es igual a una farmacia completa. La vida sólo es una, vive hoy!» (Charles Chaplín, del que el martes 25 de abril se cumplieron los 125 años de su nacimiento. Su recuerdo y su obra perduran).