Decía « Gato» Pérez, músico, poeta, compositor muy especial y precursor de la rumba catalana en una de sus canciones «se fuerza la máquina de noche y de día y el cantante con los músicos s».juegan la vida". Eran tiempos de veranos con verbenas donde actuaban grupos de músicos, que no discotecas móviles, y en las que una vez acabado el evento, las personas que habían acudido volvían a casa felices y contentos incluso más de uno en tal estado que le sobraban aceras para caminar.

Pero no, a los músicos no, a ellos y ellas les quedaba la ardua tarea de desmontar todos sus instrumentos, bafles , micrófonos y cables Al día siguiente tocarían en otro pueblo , por la mañana o por la noche y así durante todo el verano, hasta que llegaba el día en que se acababan las fiestas patronales y tocaba buscarse la vida en bodas, banquetes y acontecimientos varios. Incluso había meses en que nadie les llamaba y cada uno de los componentes del grupo tenía que trabajar haciendo chapuzas, de electricista, de pintor o de lo que fuera y así hasta que llegaba el verano, tocaba coger la furgoneta para cargar todos los instrumentos y vuelta a empezar.

Javier Patricio «Gato» Pérez, con esa percepción serena y real que reflejaban las letras de sus canciones, no tenía un pelo de tonto, se olía la tostada, y murió de un infarto de miocardio a la temprana edad de 40 años.

En España hace ya bastante tiempo que se fuerza la máquina, se engrasa, se tensa y comienza a humear. El empleo que se crea se ha convertido en la peor de las verbenas donde los grupos musicales han sido sustituidos por trabajadores y trabajadoras que trabajan un mes aquí, quince días allí, a media jornada allá, de nuevo al desempleo y con un «mucho» de suerte vuelven a trabajar una semana en otra empresa y mientras tanto «el cantante con los músicos se juegan la vida».

Este 28 de abril no voy a dar cifras ni estadísticas de siniestralidad, sólo un dato: en el 2016, creo que 607 trabajadores y trabajadoras muertos en el trabajo lo dicen todo.

Mientras el Gobierno electo tras prórrogas y penaltis, saca pecho con el empleo que se está creando henchido de un orgullo extraordinario y sin un ápice de autocrítica mientras a los cientos de familiares de esos 607 accidentes mortales se les ha hecho de noche de repente y cientos de proyectos vitales y familiares se han fulminado.

Por otra parte, en muchos casos, ni organismos, ni instituciones, ni partidos políticos (en las campañas electorales no oí a nadie hablar de salud laboral), ni muchos medios de comunicación se acuerdan de esas 607 personas; miran pero no ven y eso duele.

Este año no hemos empezado igual, no, peor, pero se sigue forzado la máquina hasta el día en que se acabe rompiendo.