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El alivio (engañoso) de Macron

Alivio y satisfacción, en París y en las cancillerías europeas, tras saberse que el candidato liberal-europeísta para la presidencia de Francia, Emmanuel Macron, se imponía en primera vuelta y disputará la elección con la cara visible del Frente Nacional, Marine Le Pen, el próximo día 7. Pero una lectura más detallada de los resultados muestra que únicamente el tipo de elección ha evitado males mayores en un país dividido.

Una división que no se plantea en términos clásicos, de izquierda y derecha, si no en algo prefigurado en disputas previas (como el Brexit o las elecciones estadounidenses): se trata del orden liberal cosmopolita frente a la soberanía nacional. Es decir, un conflicto entre los beneficiados y los perdedores de la globalización.

Aunque el resultado de la segunda vuelta parece claro (con una ventaja de Macron cercana a los 20 puntos), no deben olvidarse varios aspectos. Primero, Le Pen hija ha conseguido "normalizar" lo que no pudo su padre, 15 años antes: que una formación de extrema derecha dispute la segunda vuelta de las presidenciales sin dramatismos. Segundo, que las opciones anti-europeístas y proteccionistas (como la de Le Pen o la del sorprendente Jean-Luc Mélenchon, junto a otras menores) han sumado un 45% de votos.

Esto nos lleva al tercer punto: pese a su previsible victoria, Macron quizá deba afrontar una cámara legislativa sin una mayoría suficiente que le respalde, lo que le obligaría a equilibrios con los ahora derrotados Republicanos y socialistas (cuyas estructuras territoriales pueden ser determinantes). Así que es posible que Francia y Europa hayan evitado lo peor pero, si la presidencia de Macron no logra resultados satisfactorios para la mayoría, pueden encontrarse con una Le Pen, un Mélenchon o alguien semejante que recoja el descontento, dentro de cinco años.

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