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Calendario escolar irracional

En un debate educativo acaparado por el plurilingüismo asimétrico implantado por Vicent Marzà para primar el valenciano -en una actuación previsible desde que el ala más nacionalista de Compromís, el Bloc al que pertenece el conseller de Educación, se hizo con los mandos de esta área-, parece que plantear algo ajeno a este asunto esté destinado a clamar en el desierto. Sin embargo, cuando esta polémica se solucione o decaiga en intensidad sería buen momento para que la comunidad educativa fijara la vista en el calendario escolar y examinara el absurdo de la distribución del mismo, que alcanza su cénit en meses como el presente pero que se manifiesta durante todo el año, y no sólo durante el periodo lectivo.

Con sólo echar un somero vistazo al calendario escolar de Alicante capital -que corresponde, día arriba, día abajo, al del resto de poblaciones de la provincia- se constata gráficamente lo que todos los padres saben (sabemos) por vivirlo cotidianamente: que este abril es un mes nulo, perdido, a efectos escolares, ya que de los 30 días que tiene, sólo 10 de ellos son lectivos, lo cual, además, no significa que se usen para dar clase, sino que es práctica habitual que en los mismos, sobre todo antes de Semana Santa, se incluyan excursiones y otras actividades extracurriculares que harían igualmente felices a los niños si se distribuyeran a lo largo de otros meses más cargados de clases aunque no acompañe tanto el tiempo. A esto se añade que lo que ocurre este mes de abril no es anecdótico sino que responde a la práctica habitual de convertir en eternos el primer y segundo trimestre, afortunadamente partidos por las navidades, y dejar el tercero en casi inoperativo, como también cabe comprobar este curso: mayo tiene 22 días lectivos, pero junio sólo 14, por lo que en tres meses sólo la mitad de sus días son hábiles en los colegios, y precisamente aquellos que preceden a unas vacaciones, las de verano, de casi tres meses, de modo que, puestos a sacar cuentas, en ese periodo de 180 días los niños tienen clase este curso 46, un 25% de los mismos, algo que sin duda ellos saben apreciar y celebrar como se merece pero que resulta a todas luces irracional a efectos pedagógicos y, sobre todo, si coincidimos en que el fin buscado es su formación para un futuro en que es poco probable que vayan a trabajar una semana (o un mes) y descansar tres.

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