El Segura es el segundo río más regulado del mundo, basta con ver cómo cruza en vertical las tres vegas, plagado equidistantes de presas, y que a su vez todas las aguas, bien por sobrantes o por drenaje vuelven a él para seguir regando parcelas, digamos con la misma agua, hasta llegar a la desembocadura. Entonces Riegos de Levante se encarga de elevarlas a los campos y estas son las únicas que no vuelven a él y se quedan en las entrañas de la tierra. Las aguas de lluvia sí, pero las de riego no van a la mar.

Yo empecé a conocer nuestro río en la riada que aconteció en abril del 46 del siglo pasado, que rompió por el centro de la huerta de Guardamar del Segura inundándola por completo, así como la de los municipios colindantes.

En una familia con cinco hijos, yo contaba entonces con 8 años y tres hermanos eran menores que yo. Lo que más sentimos perder fue la parcela de trigo, trigo que en aquella época todos los agricultores sembraban para su consumo de pan. Hambre no recuerdo pasar porque los agricultores tienen recursos para llenar el estómago, incluso hirviendo alguna planta silvestre, pero el pan tuvo que ser de maíz, cebada o incluso de centeno. Así la riada acarreó necesidades de todo tipo.

Esta precariedad me obligó a mis 9 años al abandono del colegio, para empezar a trabajar y lo poco que sé lo conseguí por mí mismo. Desde entonces he bajado al río cada vez que ha habido peligro de riada y, en especial, a los sitios que tienen más peligro de rotura. Con gran fe, y sin parar en lo que hicieran los demás, yo llevaba en vez de uno, dos capazos de tierra, bien llenos, uno encima del otro para elevar la mota donde el agua quería rebasarla.

Pero los problemas tanto para Guardamar como para San Fulgencio y Dolores, los tres últimos pueblos de la Vega, no terminaron en el 46, pues el rio desde la última presa a la desembocadura, unos 3 kilómetros, había empezado a dar vueltas triplicando la distancia de su cauce, lo cual provocaba que las aguas se remansaran propiciando nuevas inundaciones.

Ante esta preocupación creciente, las autoridades de la cuenca vinieron a prometernos, entre otras cosas, que el río se iba a limpiar. Y fui yo, precisamente, que lo había recorrido desde niño y visto infinidad de veces desde el Castillo. En aquella reunión afirmé que la solución más que en limpiar estaba en enderezar. Pomata también plasmó mi idea en este periódico y así se hizo, acabando el problema para estos tres municipios.

En cuanto a la distribución de las aguas -con esto de los regionalismos- Murcia se cree dueña del río y de sus pantanos. La Vega Baja del Segura nada les importa, a pesar de ser superior en extensión al resto, y aún peor: tampoco es de interés para Valencia.

La Vega Baja recibe el agua de una azarbe: «El Reguerón», que son los sobrantes y avenamientos de la huerta de Murcia.; por cierto, cada vez más contaminados. Y, si le falta, se ponen en marcha los pozos de sequía, que aún son peores. No se cuánto tiempo le quedan a esas tierras de la Vega Baja para ser estériles. Ya tienen problemas, sobre todo los cítricos y ciertas hortalizas, porque ya no utilizan aguas vírgenes. En cambio, en las zonas del trasvase, el agua que se manda y las procedentes de los pantanos de la cuenca, sí que son aguas puras.

Con el trasvase, Murcia, las autoridades de la cuenca, los políticos o quienes sean, bien por sentimientos o por dineros, han encontrado la vía perfecta para incluir con los recursos del Segura, siempre escasos, los riegos de sus grandes extensiones en Lorca y Cartagena.

La situación del río es insoportable y peligrosa, no se le ha dado una limpieza desde hace más de 50 años que yo recuerde, desde la época de Franco -por un decir- y está lleno de fango y de vegetación invasora. Por ello en las últimas lluvias, «que no fue mucha», ya peligró incluso la ciudad de Orihuela.

Además, los cauces de los motores que toman de ellos los usuarios, tienen dificultades para el riego de sus tierras, incluso algunos están inutilizados desde hace años. Urge que se tomen medidas antes de que tengamos que lamentar desgracias mayores. Si no hay disponibilidades presupuestarias, los regantes somos muchos, por dar una idea. En cuanto a las lluvias, que nadie piense que son en otoño. Aquí puede llover en toda época y cuando menos te lo esperas. Y como dijo un vasco, en el sureste español la lluvia no sabe llover.