En una reciente visita a la Torre de Londres, el guía que nos acompañaba nos contó con todo detalle cómo se las gastaban algunos de los monarcas en los años oscuros. Uno de ellos, Ricardo III, muy conocido por la obra inmortal de Shakespeare, no dudó en eliminar bajo acusaciones de traición a aquellos que se le podían interponer en su camino. Los juicios no daban muchas garantías a los acusados, sobre todo si la acusación provenía del mismo rey. Aunque el final siempre era el mismo, parece que las ejecuciones podían ser más o menos dolorosas para el reo en función de los deseos del rey. En ocasiones, se utilizaban diversos métodos con el objeto de no solo acabar con la vida del reo, sino de hacer público su gran sufrimiento para que sirviera de escarmiento a otros posibles candidatos a ser conspiradores contra el rey.

Esas medidas ejemplares parece que se han aplicado desde la Conselleria a la hora de renovar los conciertos educativos de bachillerato con algunos de los centros que hasta ahora los tenían. Son unos 400 estudiantes los que deberán abandonar la opción de elegir colegio concertado para el curso que viene. La decisión de cancelar conciertos educativos puede ser más o menos discutible pero esperable en cualquier caso en una Conselleria bajo el control de Compromís. Quizá sean llamativos algunos aspectos que quizá la hacen menos comprensible y razonable. En primer lugar, comunicar esta decisión a tan solo un mes de que los colegios deban preparar los procesos de admisión les deja en una situación con escasas posibilidades de planificación. En segundo lugar, el que, tras un proceso complejo, en el que los centros han tenido que cumplimentar muchas propuestas de proyectos educativos, lo que parece que ha decidido qué colegio perderá las aulas es el nivel de valenciano que han elegido para su modelo educativo. También es curioso que los colegios que tienen una demanda mayor por parte de los padres, han sido los más castigados de manera maquiavélica en muchos casos. Digo maquiavélica, ya que, exceptuando algún caso, a estos colegios no se les ha privado del concierto en todas las aulas, sino que ha sido una cancelación parcial con lo que van a dejar una dolorosa patata caliente a los equipos directivos de los centros que tendrán que decidir qué estudiantes van a poder continuar en su colegio y quienes no. Parece que Marzà ha sido hábil. Su comunicado de cancelación de conciertos lo ha realizado casi en vacaciones, pero en un par de semanas la preocupación y posible enfado de muchos padres va a ser con el equipo directivo del colegio de sus hijos.

Mi lamento viene porque una vez más los conceptos de trabajo, estudio y resultados no se han tenido en cuenta para nada. Unos días de junio de todos los años, los estudiantes valencianos de bachillerato realizan el mismo examen de acceso a la Universidad. Es la única prueba objetiva que permite equiparar los resultados, más allá de juicios subjetivos como los de Ricardo III. Si uno comprueba los resultados de este año, se sorprenderá que muchos de los colegios castigados ocupan los primeros lugares con mejor nota en las pruebas de acceso a la Universidad.

Yo entiendo que los resultados deberían haber sido un criterio a tener en cuenta, ya que si se invierte en colegios concertados, hagámoslo en aquellos que debido a su modelo obtienen los mejores resultados. No ha sido así. Demasiado objetivo para los que probablemente prefieran anteponer el nivel de valenciano escogido por encima de las matemáticas, historia, y otras materias. Y lo que me preocupa es ver cómo en los resultados en la PAU, los colegios públicos no alcanzan los lugares de privilegio (sólo uno entre los diez primeros), pero eso el Consell creo que quiere mejorarlo simplemente al estilo Ricardo III, eliminando competidores en vez de proponer planes de mejora.

Ricardo, a pesar del trabajo de sus verdugos de la Torre, no pudo disfrutar demasiado de su reinado, ya que dos años, curiosamente los mismos que nos quedan para las próximas elecciones, después de ser coronado, moría heroicamente en la batalla de Bosworth.