Acudo a una charla sobre «Lobbying», que imparte un ejecutivo politólogo de una relevante empresa que se dedica a esta actividad.

Por si alguien se pregunta qué es un politólogo, les diré que es la persona experta en politología, disciplina que estudia la teoría política, aunque visto cómo se desarrolló la conferencia, más que de la teoría se trata de mucha práctica.

Empieza diciéndonos que estas empresas monitorizan aspectos relevantes para sus clientes, como pueden ser las redes sociales, tendencias en sectores empresariales o políticos. Dado el costo de sus servicios, se refiere a clientes que cataloga de poderosos.

Las acciones de lobbying se centran, según nos va refiriendo, en estrategias negociadoras, búsqueda de interlocutores apropiados, interactuación con actores influyentes en distintos campos, maximizar posiciones, crear corrientes de opinión, optimizar situaciones, búsqueda de concretos resultados, minimizar los daños a clientes con problemas perentorios, contrarrestar tendencias lanzando a la opinión «algo» para tapar reversas y otras actuaciones excelsas.

A estas alturas de la conferencia, el foro ya empieza a estar achispado con esta actividad tan frenética, que permite a los lobbys, aunque no participen de forma directa en la política, sí intentar generar complicidad con grupos y aglutinados de este ámbito, para que sus decisiones les beneficien, ganar favores o incidir en toma de decisiones.

Se preocupa mucho de recalcar nuestro ponente que se actúa siempre dentro de la legalidad y la transparencia, como contrapunto a a imagen negativa que en la opinión pública les ha causado a los lobbistas Hollywood y sus películas asociándolos a escándalos. Cita la televisiva "House of Cards", y con un guiño al público comenta que, con relación a Estados Unidos es exacto lo que describen estas series, pero que en España no.

Faltaría más, que como bien dice el eslogan introducido por Manuel Fraga en los años 60 «Spain is different».

Concluye que esta actividad no necesita ser regularizada legislativamente, solo normalizada y protocolizada.

En la tierra de los lobbies por excelencia, EE UU, están protegidos por su Carta Magna, al considerarse un efecto de la libertad de expresión y regularizados desde 1995. En la Unión Europea, con mucho menor desarrollo, están normalizados a través de un registro público voluntario que fue inaugurado en junio de 2008 en Bruselas con el fin de incrementar la transparencia de su funcionamiento. Como curiosidad les diré que la primera empresa española en inscribirse fue Telefónica.

Como me gusta indagar en los orígenes, después ya la sustituirán por expresión más suave o decorosa, busco el significado de la palabra «Lobby» con el siguiente resultado: Palabra que procede del inglés 'vestíbulo', 'salón de espera' y la búsqueda amplia: «hall» de ingreso a los grandes hoteles, lugar en el que resulta factible interceptar a una persona influyente para conversar con ella y convencerla de nuestros propósitos. Leo que ya en 1830 la palabra lobby designaba los pasillos de la Cámara de los Comunes británica donde los grupos de presión podían venir a discutir con los miembros del Parlamento.

Averiguo que su correlativo en castellano es cabildeo, del verbo cabildear. que según la RAE significa: Hacer gestiones con actividad y maña para ganar voluntades en un cuerpo colegiado o corporación. Locución verbal: intrigar.

Nuestra lengua siempre sin tapujos.

Es una realidad que se hace lobby desde los distintos ámbitos o sectores de la sociedad, empresarial, religioso, económico, transporte, energético etc... Y los que todavía no lo hacen aspiran a ello, por pequeño que sea el colectivo.

El lobbismo es un campo en expansión, además de que estamos interiorizando en todos los colectivos, de que quien no lo usa no tiene futuro, o cuanto menos, juega en desventaja con relación al que lo ejerce.

En este campo en España los profesionales que trabajan en estas empresas son en su mayoría sociólogos, periodistas y politólogos y pocos abogados.

Nos anima el conferenciante indicando que es un campo para la abogacía a desarrollar, un mercado de trabajo por explotar.

Y a todos los asistentes se nos abrieron los ojos porque ¿a quién no le atrae jugar en las grandes ligas, o le seduce el poder de influenciar? Una luz en nuestra cada vez más lastimada profesión.

Dedicarse al cabildeo va a ser una actividad recomendable para los abogados.

Preveo un futuro mediato en que nuestros hijos nos digan, «Mamá yo quiero ser lobbista», que por otro lado tiene mucho de arte. ¿No les parece?