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Del estetoscopio a hoy

Las ondas y los avances tecnológicos sucedidos en dos siglos para poder ver dentro del cuerpo humano sin tener que abrirlo

No hace tanto, los médicos apenas tenían forma de saber lo que ­ocurría dentro del cuerpo. Trataban de imaginárselo examinando la orina, las heces, la boca, tomando el pulso, percutiendo aquí y allá y auscultando. A principios del XIX, el francés Laennec inventó el estetoscopio, de manera que ya no hacía falta pegar el oído al pecho del paciente. Quizá haya sido el instrumento de más valor en medicina, una seña de identidad del médico. El pulso y el estetoscopio se basan en ondas. Los expertos, entonces, distinguían decenas de ondas diferentes que transmite la arteria con cada latido cardiaco, manifestación, cada una, de un desarreglo fisiológico. Con la auscultación, el estetoscopio transmitía al oído las ondas sonoras que hacen los órganos, pulmón, corazón, intestino. Más adelante se añadió una membrana, como un tímpano externo: el fonendoscopio.

A partir de las ondas se produjo la primera revolución: los rayos X. Éstas tienen la propiedad de atravesar casi todos los materiales. Se debe a la forma de vibrar, como un berbiquí de paso muy fino. Lo hacen de forma diferente en cada medio, lo que se aprovecha para crear la imagen: el hueso, más denso, absorbe más energía y es más oscuro, la carne absorbe menos y es más clara, y el aire más aún. Esto es la radiografía. Llegó a los hospitales, al de Asturias a principios del XX. El inconveniente es que penetran tanto que llegan a los átomos y los modifican, provocando mutaciones, a veces cancerígenas.

En 1972, en el Hospital Atkinson Morley de Londres, una mujer con sospecha de tumor cerebral fue sometida a un nuevo uso de los rayos X: la tomografía axial computarizada. Concluía así el esfuerzo de Hounsfield por resolver un problema que un día se había planteado mientras paseaba: cómo ver el interior de una piedra que llamó su atención. Imaginó hacer cortes con los rayos X (se llaman tomografías, ya se empleaba en la clínica) y reconstruirlos con medios informáticos. Convenció a su empresa, EMI, que no estaba en el negocio de la salud. Se calculó que se podría vender un TAC por millón de habitantes y con esos números EMI pensó que había negocio. Pero no previó que no podía patentar el invento, porque nada nuevo había, excepto un nuevo uso de algo existente, y que no tenía capacidad para dar servicio de mantenimiento donde colocaba una máquina. Esto último era el campo de General Electric y Siemens, que diseñaron sus máquinas y lo barrieron del mercado. Hoy, el TAC es una tecnología al alcance de muchos bolsillos hospitalarios con prestaciones inimaginables. El primer TAC tardó horas en tomar la imagen y muchas más en reconstruirla. Hoy se hace en segundos, con muchos más cortes, imágenes admirables por su precisión y detalle.

Otro invento basado en las ondas son los ultrasonidos o ecografía, que llegó poco después de la Segunda Guerra Mundial. Las ondas del sonido apenas atraviesan el cuerpo. Sí lo hacen las ultrasónicas y no dañan el tejido. El radar es parecido: se lanzan sonares que penetran o se reflejan en las diferentes texturas y de esa manera obtenemos una imagen. Las primeras ecografías que vi eran para mí imágenes incomprensibles. Hoy muestran reconstrucciones casi perfectas de los órganos en tres dimensiones y con colores. Será el estetoscopio del siglo XXI. He visto en Bolivia, en los centros de atención primaria, un equipo que puede hacer electrocardiograma, espirometría, tomar la tensión y además tiene una sonda de ecografía. Es el presente.

Quizá el invento más revolucionario sea la resonancia magnética nuclear. Se activan los núcleos de los átomos por la acción de un campo magnético. La forma en que reaccionan nos dibuja la composición física de la materia y se puede reconstruir la anatomía con detalle casi microscópico. Es la exploración con mayor capacidad discriminante.

No se agotan aquí los medios para examinar el cuerpo humano sin abrirlo o entrar en él con endoscopias. Los avances en la imagen médica del siglo XX han trasformado la medicina, y seguirán haciéndolo. La tecnología está cada vez más presente en las consultas. Una prueba tiene un valor diferente dependiendo del paciente al que se le aplique: su historia clínica es aún la piedra angular de la medicina. Hounsfield se hizo un TAC cerebral y descubrió que tenía atrofia: le darían el premio Nobel. Aunque la tecnología es una ayuda impagable, su uso sólo es correcto ante una sospecha diagnóstica basada en la clínica.

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