Alicante tiene un grave problema. De sobra es conocido que es un desgobierno absoluto, que la bronca del Ayuntamiento es continua y la gestión colecciona desastres que sólo hacen honor al peor alcalde que la ciudad ha tenido nunca. Incapaces de levantar un solo proyecto y con los barrios completamente abandonados, la capital de la provincia se ve abocada a una agonía de decepciones, además de un preocupante vacío ético e institucional donde la bajeza moral, el insulto y los ajustes de cuentas lideran la agenda política.

La participación vecinal ni está ni se le espera. Tanto que los vecinos han dejado de ir a las juntas de distrito, porque saben que su opinión no cuenta. Además, los presupuestos han sido aprobados tarde y mal. Otro fracaso que el alcalde intentó tapar con ridículos golpes de efecto, que al poco tiempo sus socios tuvieron que enmendarle. Las cuentas municipales son una vergüenza y Alicante ya sabe que las promesas del tripartito en su pacto de gobierno se han quedado en nada.

El cabeza de lista del PSOE -que no ganó las elecciones sino que obtuvo el peor resultado de la historia de su partido- fue aupado a la Alcaldía por una alianza de izquierdas con Guanyar Alacant y Compromís. Era necesaria una nueva forma de gobernar, decían ellos. Luego se ha visto que esos aires de cambio que debían ser introducidos por el socialista Gabriel Echávarri se basan principalmente en una carencia total de competencia y en la traición a sus socios de gobierno. Esa total falta de escrúpulos es difícil de asumir por la sociedad alicantina.

Echávarri, problema sin solución para Echávarri, es también un grave problema para Alicante. Durante este tiempo hemos sido espectadores de sus brotes de ira y la verborrea de barra de bar que acostumbra en el debate político. A falta de argumentos, descalificación e insultos. Un déspota adolescente al mando de la ciudad, como si pudiera gobernarse a base de bravatas y amenazas.

Entonces es cuando se producen situaciones que rayan el ridículo, como en el Debate sobre el Estado de la Ciudad cuando fue incapaz de pronunciar una sola palabra para defender su gestión. También para enmarcar fueron sus idas y venidas con la libertad de horarios comerciales para lo que no le importó traicionar a todos. Y ahora que, por su incompetencia, tenemos el casi bye bye de IKEA para instalarse en Alicante, anuncia proyectos que todo el mundo sabe que son irrealizables. Lo intentó primero anunciando un túnel submarino bajo la Explanada, con un coste de 34 millones de euros. Aún se recuerdan las carcajadas antes de que la ocurrencia tuviera que ir a la trituradora de papel. Ahora su nueva ficción es un faraónico proyecto que incluye la construcción de un puente sobre el Puerto de Alicante, por nada menos que 84 millones de euros. Todo el mundo sabe que no se va a hacer, aunque a Echávarri le dará para algunas fotos de reuniones y presentaciones. Las mismas que buscó con la Agencia Europea del Medicamento que luego ni los diputados de su partido apoyaron. Mientras tanto, no hay dinero para atender a las necesidades sociales de barrios y vecinos. Una locura.

El Partido Popular está dispuesto a propiciar un cambio en esta ciudad para evitar que se pierdan otros dos años, porque corremos el grave riesgo de perder un tiempo precioso hasta las próximas elecciones. Los desmanes de este alcalde no se pueden permitir por más tiempo porque, en caso contrario, será responsabilidad de los partidos que le apoyaron en su investidura y de quienes le siguen manteniendo como alcalde. Ni el propio PSOE, ni Guanyar ni Compromís ni Cs pueden mirar hacia otro lado. Echávarri no volverá a ser alcalde ni en sus sueños más delirantes, pero hundirá sin remedio a sus cómplices.

Y serán cómplices también quienes permitan la venganza de Echávarri, que tras ser denunciado ante la Fiscalía por presunta prevaricación por el posible fraccionamiento de contratos ha actuado despidiendo a una funcionaria interina cuyo pecado es tener un familiar del Partido Popular. Y serán cómplices también del loco ajuste de cuentas anunciado por Echávarri contra más funcionarios interinos, porque para justificar un despido ha anunciado una purga aún mayor en la plantilla municipal. Listas negras, investigaciones, filtraciones y maldades. Eso es lo que viene. Se trabaja mucho en una caza de brujas y poco por Alicante. Es lo que tiene la bajeza y la falta de escrúpulos. Viene perfecta la frase de François Mauriac, que decía que «sólo los seres más mediocres pueden ser grandes por lo que destruyen».

Quedan dos años hasta 2019 y el fracaso del tripartito es patente. Lo fácil sería callar y mirar hacia otro lado, pero les puedo asegurar que a pesar de las demostradas amenazas y los ataques directos del alcalde de esta ciudad, el Partido Popular no va a cejar en cumplir con su obligación de fiscalizar el trabajo del tripartito. Les aseguro que no nos vamos a acobardar para cuestionar el desgobierno y los abusos. Y si el tripartito tiene dignidad, no puede permitir ni un minuto más que una persona de la bajeza moral de Echávarri pueda seguir tomando decisiones sobre Alicante. No debemos permitirlo ninguno, y mi partido hará lo posible por impedirlo y por propiciar un cambio.

Lampedusa creía que a los demás siempre había que dejarlos en sus errores. Yo no soy Lampedusa, así que les digo que hay que cambiar el disco porque está rayado y Alicante no lo merece.