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Javier Mondéjar.

El autobús

Marcar dianas para que la plebe lance piedras y huevos podridos no es un invento reciente, todo lo contrario. Chillar más que nadie para alardear de tener la razón y mezclar churras con merinas en un revuelto del que sólo se salvan los Elegidos, la raza predilecta del Creador, es táctica ya llevada a la maestría por Goebbels. En realidad es el procedimiento estándar seguido por todos los dictadores que en este mundo han prosperado, empezando por Ramsés II que se esmeró en Abu Simbel para retratarse victorioso en la batalla de Kadesh, que apenas fue una escaramuza y como mucho se firmaron tablas, y acabando por Chávez, Fidel o Perón. «Ellos son culpables», dicen, y ya está, igualito que los promotores de la «Noche de los Cristales Rotos» o de los asaltos a guetos diversos en cualquier tiempo y lugar.

Podemos, en su afán de convertirlo todo en espectáculo, ha dado un paso más allá: resucitar la picota medieval en su autobús. Les da igual que les pongamos a caldo, lo único que pretenden es armar ruido y justo en eso colaboramos a bailarles las gracias, sea por fandangos o por bulerías. Reconozco que no debería hacer ni caso a estas gracietas de tontos del pueblo, pero el cuerpo no me lo permite y así, con su marketing y sus estrategias, van marcando la agenda de la política y de todos los que observamos estos bebederos de patos, tan cenagosos y enfangados. Han pasado de culpabilizar a la «casta» de sus desmanes -ya no pueden, porque ellos mismos se han convertido en casta- a atacar a la «trama».

Supongo que todos ustedes se habrán dado cuenta a estas alturas que Podemos hace política de laboratorio de ideas donde lo que cuenta no es la verdad sino lo que se vocifera, a ser posible en titulares y doctrinas cortas, para que la masa no tenga mucho que pensar y tire los proyectiles justo donde queremos. La postverdad que llaman, que no es más que propaganda donde lo que cuenta es colocar los mensajes sin que importe nada que tengan o no fundamento. «Agit-prop»: agitación-propaganda, que estudiaban los comunicólogos y aplicaban los países tras el Telón de Acero.

Este autobús con caricaturas de la «trama», que van desde Cebrián a Bárcenas, pasando por Aznar, Felipe, Espe o Rajoy y recorren sedes bancarias, de partido o lo que sea, pastoreando la pareja feliz, «pablirene», como guías a los periodistas. Un partido que tiene setenta y tantos diputados siguiendo la estrategia de los que pretenden que los niños con las niñas y ya está bien de sumandos extraños y sexos perplejos. Al menos «Hazte Oir» no tiene muchas más posibilidades para dar a conocer sus trogloditas teorías, pero más allá del fondo de la campaña -que no tiene un pase- la forma es esperpéntica.

Es curioso como los que no son ellos están citados por activa o por pasiva en ese autobús de la corrupción en el que son todos cómplices, culpables y sentenciados: desde los que se llevaron la pasta a paraísos fiscales hasta los que no han tenido ni un juicio, ni una imputación, más allá de las sospechas. Y lo de la trama es de película de terror: la totalidad de los partidos tradicionales implicados en una conspiración con las fuerzas del mal: eléctricas, gasísticas, petrolíferas? para dominar el mundo cual Sauron y el anillo de poder. Al rescate acude Frodo Iglesias -cada vez más líder mesiánico en absoluta posesión de la verdad y sin Errejón que oponga un relato diferente- con tal de provocar el regocijo de los convencidos y los fieles, sin importar el ridículo que pueda causar a los que son partidarios de una forma diferente y fresca de hacer política, lejos de las algaradas y el teatrillo de marionetas. Es demoledor cómo la autocrítica no figura de ninguna manera en sus manuales y cómo sus metidas de pata no les hacen torcer jamás el gesto: tan torvo con los contrarios y tan amable con los suyos.

No sé yo, supongo que sí, habrá gentes encantadas con esta forma de vender humo y sacar a la plaza de los pueblos el debate de los parlamentos. Sin duda Iglesias y los cuatro que mangonean su organización después de laminar la oposición interna han llegado a la conclusión de que asaltar los cielos democráticamente les es imposible. Tantas patadas en las espinillas han dado que, una reciente encuesta dice que los votantes socialistas en una amplísima mayoría preferirían pactar con C's que con Podemos. Añado yo que seguramente ante la duda metafísica: callar y que crean que somos tontos o hablar y que estén convencidos, han preferido la primera opción. Con lo cual a Podemos les queda o la revolución con toma de la Bastilla y guillotina en la Puerta del Sol o montar los numeritos en las Cortes y en la prensa.

Según bajan en las encuestas y tienen la sensación de que el poder está lejos, les sube la tentación de revolver nuestros más bajos instintos, a ver si mezclando todos nuestros odios como en la vitrina de los escaparates del tango de Discépolo, les cambia el paso. ¿Qué soy muy crítico con Podemos? Pues quizá, pero a indignación con la corrupción no me ganan, el circo nunca me ha gustado y el espectáculo prefiero verlo en el teatro y no en las calles. Manías que tiene uno.

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