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Desde mi terraza

Luis De Castro

Y la visa siguió

Terminó la semana de Pascua, la semana del descanso, la semana de lanzarse a consumir sol como si no hubiera mañana. En el frigorífico queda alguna torrija envasada al vacío pero ya carente del glamur conseguido después de dos horas de elaboración, porque la gracia está en hacerlas uno mismo tras seleccionar cuidadosamente los ingredientes, y meterse en la cocina teniendo como música de fondo los tambores y trompetas de los desfiles procesionales. Objetivo cumplido: mis torrijas triunfaron en La Mona del domingo de Resurrección, en un soleado día a la sombra de los limoneros de un huerto de San Vicente de Raspeig, como cada año, entre más de cincuenta amigos.

Pero finalizado el paréntesis vacacional, parece como si Serrat advirtiera: «Se acabó, el sol anuncia que llegó el final», y toca ahora retomar la vida con un tiempo tormentoso, ya sin camisetas y bermudas poblando las calles. Este año, sorpresivamente, la televisión ha prescindido de Ben Hur o L a Túnica Sagrada, pero no sé qué es peor, si los «péplum» de romanos y judíos o la basura de la cadena nacional, que debe haber encontrado un saldo de películas alemanas, suecas y danesas con las que nos castigan todos los fines de semana desde hace meses. Los que vivimos solos solemos (¡toma redundancia!) consumir mucha televisión, y somos testigos fiables del deterioro de la cadena estatal que ha alcanzado sus cotas mínimas con un sinfín de programas ridículos, aburridos y carentes del menor interés, haciendo de los temas de cocina las joyas de la corona, y el fútbol casi exclusivamente para los partidos de La Roja. Solo La 2 continúa fiel a sí misma y sigue manteniendo lo que me parece un hallazgo; La historia del cine español que a diario ofrece películas de interesante revisión, incluidos algunos verdaderos incunables. En la Semana Santa ya se sabe, ni teatro ni música en la ciudad, solo la calle y alguna película de interés en los cines; así que la televisión es el entretenimiento casi obligado, en un período que ni siquiera mantiene las series de la sobremesa. ¡Cuánto añoro los divertidos culebrones latinoamericanos! En fin, supongo que como dijo el Príncipe de Lampedusa en El Gatopardo, «hay que cambiar algo para que todo siga igual». Retomada la vida cotidiana se recupera el deporte nacional de la corrupción, en una suma y sigue ahora centrada en la Comunidad de Madrid y protagonizada por un expresidente. Lamentable. Y en nuestra ciudad continúa la aburrida batalla sobre la instalación de Ikea, con la razonable impresión de que la conocida empresa sueca buscará otros lugares de implantación ante la increíble incapacidad del tripartito municipal para ponerse de acuerdo. Nadie dijo que fuera fácil sacar adelante una legislatura con un gobierno formado por tres fuerzas políticas, pero los ciudadanos nunca podíamos imaginar la flagrante incapacidad de nuestros líderes políticos para hacer de la sensatez una norma de actuación. Las discrepancias serían comprensibles entre gobierno y oposición, pero no entre tres partidos de izquierdas (sic) que se unieron, teóricamente, para proporcionar a la ciudad un «hábitat» mejor; hoy, justo en el Paso del Ecuador de la legislatura, podemos considerar fallido el pacto de gobierno. ¿Será posible devolver la ilusión a quienes votaron a estas tres formaciones la ilusión y la confianza sin duda perdidas? Quedan dos años para lograrlo?o para servir en bandeja a la oposición conservadora la recuperación del gobierno de la ciudad. La Generalitat Valenciana, también con un pacto de gobierno entre fuerzas políticas progresistas, transita por un camino con menos sobresaltos que la segunda ciudad de la Comunidad, a pesar de la famosa «herencia recibida», y también a pesar de sufrir la misma penuria económica que nosotros pero con un endeudamiento terrorífico. «Y la vida siguió, como siguen las cosas sin mucho sentido», canta San Sabina mientras cambio la tierra de las macetas de mi terraza con vistas a un verano esplendoroso. Y la guerra también sigue en Siria.

La Perla. «Hay recuerdos que no voy a borrar, personas que no voy a olvidar, silencios que prefiero callar» ( Fito Páez, cantautor argentino)

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