Permítanme que coja prestado el título de la obra de Ramón de Mesoneros Romanos, periodista, escritor, viajero impenitente, académico y político que fue derivando del progresismo liberal al conservadurismo, para comenzar este breve artículo en el que pretendo explicar los motivos que me van a llevar a avalar y posteriormente votar como candidato a la Secretaría General del PSOE a Pedro Sánchez. Un servidor, como don Ramón cuando comenzó aquellos interesantes comentarios sobre su larga existencia, ya ha cumplido, también, los setenta. Es una edad cómoda porque permite contemplar las cosas pasadas con una cierta tranquilidad de espíritu, sin pretensiones de que mis deseos, políticos claro está, se vean enturbiados por algún afán de protagonismo. También, te permite reflexionar sobre la vida vivida y pensar qué cosas hiciste bien a lo largo de tu existencia, pocas, y qué otras pudieron haberse hecho mejor, siempre muchas. No se trata, evidentemente, aunque pueda parecerlo, de un relato a lo Abuelo Cebolleta, aquel entrañable personaje creado por Manuel Vázquez para el DDT, tebeo de la editorial Bruguera allá por los años cincuenta, cuando repetía batallitas a sus nietos con aquello de: «Yo, con mis cipayos? Bla, bla, bla».

Este próximo mes de junio, si todo sigue bien, celebraré mis cuarenta y un años de militancia en el PSOE y lo haré viajando con buenos amigos a mi ciudad favorita, Roma. Un lugar en el que me hubiera gustado pasear con mi Concha pero que las circunstancias de esta vida no harán posible. Roma es un lugar donde el viajero debe sentarse (hay que hacerlo de tanto en tanto porque uno de sus encantos en pasearla y pasearla) para reflexionar sobre el pasado. La llamada Ciudad Eterna está llena de monumentos que nos recuerdan distintas épocas gloriosas, y lo contrario, en la historia de las civilizaciones, desde el antiguo Egipto, con todos los monumentos que Augusto se trajo de allí, hasta la Roma fascista mussoliniana. Desde el magnífico gótico primitivo de sus basílicas hasta el Renacimiento miguelangelesco, precursor de un Barroco impresionante. Roma es la ciudad ideal para analizar el pasado y tratar de desentrañarlo para aplicar sus enseñanzas a un futuro próximo.

Un servidor, a veces ya lo ha contado, suele apostar en esto de las elecciones internas de mi partido por los que siempre pierden. Tal vez por esto, a lo mejor debería haberme abstenido de contarles para quién y por qué va a ser mi voto en los próximos días. Tal vez también por esto, y pensando en mi pasada militancia (ahora soy, simplemente un afiliado que cotiza su cuota semestral y sigue y seguirá votando siempre y tozudamente a la socialdemocracia tan necesaria que el PSOE representa), debería haberme abstenido de expresar por escrito mi opinión para que algunos ilustres y buenos amigos que todavía me quedan en el partido y que legítimamente han optado por otras de las opciones, no me retiren el saludo.

Creo que en estos momentos, donde los partidos socialistas o socialdemócratas caminan hacia su desaparición como fuerzas políticas decisivas en la formación de gobiernos progresistas que puedan torcer la derechización globalizadora de este mundo, la toma del poder político resulta esencial para dar un giro de ciento ochenta grados a la ruina económica y social a la que nos abocan los poderes de siempre, excelentemente representados en determinados medios de comunicación, que hasta hace bien poco leíamos, y en las empresas del IBEX, que, no es una casualidad, controlan gran parte de los mismos. Empresas que jalearán la nueva reforma laboral en España que propugna el FMI, la cuarta, y todas a peor, en seis años de gobierno del Partido Popular.

El aval y el voto a Pedro Sánchez podría significar, si vence en las primarias del PSOE, una llamada a la esperanza de que los viejos y continuos hábitos de muchos de los dirigentes de mi partido, a veces más dispuestos a repartirse unas pocas parcelas de poder que a intentar cambiar a mejor lo que verdaderamente importa, podrían desaparecer y dejarían paso a una nueva etapa donde la política volviera a despertar esperanza, Esperanza, con mayúscula. Que el futuro de mi partido no quede en vestigios imponentes como los que contemplaré en mi viaje romano pero, al fin y al cabo, vestigios decadentes y ruinosos de un tiempo que fue más feliz pero que ya voló. Este país, cuyas consecuencias de su derechización son extremadamente palpables en nuestra sociedad, necesita de un manotazo duro, ahora que estamos en el aniversario de Miguel Hernández, para superar con democracia interna, dando la voz a los afiliados y a los votantes socialistas, los cambios estructurales de la época de Felipe y a los adelantos sociales de la de Zapatero, dirigentes que, curiosa e inexplicablemente, apoyan lo que yo considero una opción inconveniente. Inconveniente porque, además de su lamentable comportamiento en la defenestración del anterior secretario general, parecen hacer bueno el dicho gatopardiano de que es preciso que todo cambie para que todo permanezca igual.

Con el aval y el voto a un Pedro Sánchez empeñado en recuperar la ideología de izquierdas, o al menos eso argumenta y lo creo, muchos socialistas que hoy han desaparecido de unas asambleas cada vez menos numerosas, que han abandonado su militancia y cambiado el voto, que se sienten/nos sentimos defraudados con los hábitos y comportamientos de muchos de nuestros dirigentes, podríamos recuperar y transmitir una ilusión tan necesaria como olvidada. Aunque algunos, bastantes, rondemos ya los setenta.