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Otro sultán en la zona más caliente

Aún sin verificar la victoria en el referendum del pasado domingo, que Erdogan se atribuye por escaso margen porcentual, parece inevitable la involucion de Turquía desde la democracia sui generis a la tiranìa autocrática. Los cambios sometidos al voto popular concretan los poderes unipersonales de un sultán que puede autosucederse hasta el 2034, si las leyes biológicas y el terror islamista le respetan. A la Unión Europea, que demoraba la incorporación turca esperando mejoras en los déficits democráticos del proyecto occidentalista de Ataturk, no le queda otra que el rechazo, por grande que sea el valor estratégico del gran país mediterráneo en la OTAN y como tapón migratorio en una de las zonas más calientes del mundo.

Existen regímenes presidencialistas inequívocamente democráticos, pero la reforma refrendada de la constitución turca va mucho más lejos. A mayor abundamiento, la campaña de Erdogan abundó en acusaciones y amenazas contra Europa, especialmente contra el país de cabecera, la Alemania de Merkel. Está por ver la medida en que una política vengativa y hostil agrave a partir de ahora el peso euroescéptico, pero será inevitable una cuota de influencia en los debates del Parlamento comunitario y en las campañas de los ultras que pugnan por desmembrar la Unión. En cuanto al tratado de la defensa, tampoco son tranquilizadoras las erráticas decisiones de Trump, despectivas unas y elogiosas las siguientes.

La brutal y masiva represión de Erdogan tras el golpe de estado de 2016 no ha eliminado la oposición interna, como demuestran las cifras del referendum. Pero ejemplifica un registro despótico capaz de provocar una guerrra civil como las de Siria y Libia. Los pricipios democráticos y el valor supremo de la paz no son constitutivos del ADN islamista, como se evidencia en casi todos los paises de la zona, pro-occidentales o no, pero siempre a su manera. Ni siquiera se excluye Egipto, donde el régimen de Mubarak ha dado luz a otra dictadura militar tras la efímera victoria en las urnas de la opción musulmana. Por caminos directos o torcidos, el final siempre es el mismo. Y en estos escenarios, lo más claro es la urgencia de blindar la unidad europea en el seno de una alianza occidental por las libertades y la paz. No es deseable volver a la polìtica de bloques, pero la experiencia sufrida hasta 1989 debería ilustrar las correcciones aplicables sin renunciar a los objetivos.

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