Decía con mucha razón Almudena Grandes que los nombres de las calles son muy importantes para hacerse una idea cabal del estado moral y cultural de cualquier lugar. La denominación de una calle es siempre un homenaje que acaba teniendo un valor pedagógico, pero sobre todo ético. Que una ciudad mantenga una calle a la División Azul, que formó parte del más importante ejército de forajidos de la historia de Europa contemporánea, resulta difícil de explicar al menos en un colegio que no sea paranormal. Por colegios paranormales me refiero a los que solo van hombres o mujeres pero nunca juntos, y en los que se llega a utilizar como lectura obligatoria la obra cumbre de José María Pemán, La historia de España contada con sencillez. Con tanta sencillez que sólo tiene tres partes, a saber: una, grande y libre (otra cosa no, pero fácil de memorizar sí es). Ya conté en otra ocasión que Pemán debe desaparecer de cualquier callejero porque no se puede utilizar como licencia poética el exterminio de todo aquel que no pensara como los golpistas de 1936. La brutalidad acaba pasando factura, incluso ochenta años después, porque lo escrito, escrito queda.

En el caso de Elche, nuestro callejero es manifiestamente mejorable y no estaría de más que un grupo de personas doctas, al margen desde luego del Ayuntamiento y de todos y cada uno de sus grupos políticos, lo estudiara en profundidad y ofreciera alternativas. Por si sirve la idea, que ya sé que no, el Institut d'Estudis Comarcals ofrece al respecto el mejor capital humano del que disponemos para tal menester. También sé que, en general, son todos sus socios más bien bastante rojos, pero es que la derecha no tiene quien le escriba. Sobre todo no estaría mal que se fijaran criterios respetables por puro sentido común. Pongamos algunos, por si sirven:

1. Tener conocimiento de a quién se le dedicó una calle en su día. Por ejemplo, la calle Salazar Alonso ha llegado hasta hoy por desconocimiento del personaje y porque los libros de historia se leen muy poco. Recomiendo al respecto a las autoridades que lean las páginas 64 y 65 del libro de Paul Preston, El Holocausto español. Si así lo hiciesen, le quitaban la calle al día siguiente. Un trilero, pero insuperable.

2. Una ciudad no puede mantener la anomalía de nada menos que 125 calles dedicadas a los muertos de la Guerra Civil de uno de los dos bandos, casualmente el vencedor. Víctimas que ni merecieron la muerte que tuvieron ni tampoco la calle que se les dedicó más tarde. Si se estudia caso por caso, se comprobará que hay muchas víctimas que ni siquiera lo fueron. No es lo mismo un asesinato en un «paseo»· que un combatiente que trata de pasar a líneas enemigas y que muere en el intento. No puede tener el mismo tratamiento un doctor en Farmacia con una brillante trayectoria profesional como Aurelio Coquillat Pascual, brutalmente asesinado en 1936, que un indigente que murió a manos de otro indigente y que fue reconvertido en la posguerra en Caído por Dios y por España. Aquel hombre no tenía dónde dormir y ahora tiene toda una calle para él solo.

3. Respeto a los nombres históricos de las calles (Alpuixarra, Ànimes, Plaça de Baix, Fatxo, Major de la Vila...) y sin traducción ni al castellano ni al inglés. Personas de orden en este caso seguramente recomendarían que el Filet de Fora apareciera también en «español» como Hilito de Fuera, no vaya a ser que venga a vernos un señor de Murcia, pero yo al menos estoy absolutamente convencido de que los señores de Murcia son inteligentes y muy capaces de superar esta y otras muchas pruebas. También hay otras personas de orden que recomiendan que se consulte antes al vecindario en el caso de cambios, pero no parece que tenga mucho sentido la propuesta. En general los vecinos asumimos nuestra suerte: yo mismo viví en la calle General Primo de Rivera, hoy Juan Carlos I, dos personas conocidas sobre todo por sus afanes sexuales, cuando a mí lo que me gustaría es vivir en la calle Leonard Cohen, un cantante judío, pero muy buen chico.

4. Criterios de universalismo. Tenemos calles bien puestas por los siglos de los siglos: Antoni Tàpies, Beethoven, Clara Campoamor, Concepción Arenal, Francisco Rabal, Isaac Peral, Victoria Kent, Vicente Aleixandre, Federico García Lorca, Miguel Hernández... Esta es una razón inapelable y la ciencia, la cultura y el arte dignifican siempre un callejero. Lo malo es cuando éste se llena de concejales y gente así.

5. La historia de Elche debe también estar muy bien representada, pero el mero hecho de morirse, resultar simpático, haber sido un militante ejemplar o pasar por la vida reivindicándose a sí mismo sin un minuto de tregua, no deberían ser razones para la incorporación al callejero. Las atrocidades cometidas en este sentido tienen mal arreglo. Por poner un par de ejemplos. Se eliminó la calle Comisario porque se pensaba que era un policía mondo y lirondo cuando se refería a la presencia en Elche de la Inquisición, con lo que ayudamos a la desaparición de nuestros principales rasgos históricos. En otra ocasión se cargaron a Ramón Jaén Fuentes (1883-1919), un escritor ilicitano que fue profesor en la academia de West Point y que terminó su vida como profesor de literatura en la Universidad de Berkeley en California.

¡Para uno que viaja y le va bien y le quitan la calle!