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Una bomba del tamaño de su ego

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha lanzado sobre Afganistán una bomba del tamaño de su ego.

La prensa la llama "la madre de todas las bombas", como aquella "madre de todas las batallas" que prometió al mundo en su día Sadam Husein.

Dos políticos, Trump y Hussein, tan aficionados a la hipérbole como a la grifería de oro en sus mansiones.

Dicen que la superbomba ha hecho temblar la tierra en varios kilómetros a la redonda y que ha matado a decenas de yihadistas como conejos en sus madrigueras.

Para alguien a quien muchos veían como un nuevo aislacionista en la tradición de algunos presidentes de EEUU, el Donald ha aprendido muy rápido el papel de gendarme.

En realidad, él mismo lo había prometido a los suyos en su campaña a la Casa Blanca. Preguntado por cuál sería su estrategia frente al Estado Islámico, contestó: "Vais a verlo muy pronto. Será algo grandioso".

El lanzamiento de esa bomba, a la que nunca recurrieron sus predecesores Bush y Obama, debía servir no sólo para matar a terroristas en sus cuevas.

El objetivo, como explicó un senador republicano, era también lanzar un claro aviso de que "ha llegado a la ciudad un nuevo sheriff".

Aviso dirigido a rusos y chinos, pero sobre todo a norcoreanos e iraníes de que Estados Unidos no dudará en recurrir si hace falta a la fuerza, por lo que el resto del mundo debe andarse con cuidado.

Podría tratarse de un simple bluff, como en el juego del póker, pero con un personaje tan errático e impredecible como Trump, no resulta precisamente tranquilizador.

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