erfundet omnia luce» son las palabras talladas en el ornamento del imponente Paraninfo de la Universidad de Barcelona alusivas a que el saber lo inunda todo con su luz. Es el antiguo emblema de la Universidad de Barcelona al que se añadiría después el término «libertas», anteponiéndolo como sujeto de la frase. Suprimido por el franquismo y recuperado posteriormente, «Libertas perfundet omnia luce» es el lema actual que comparte con la Universidad Complutense de Madrid.

El Paraninfo es una impresionante estancia con una decoración de inspiración mudéjar presidida por la pintura de la patrona de la Institución, la Inmaculada Concepción, y por los retratos de Alfonso el Magnánimo, Isabel II y Carlos I, vinculados a la historia de la Universidad. También aparecen en lugar destacado las hermosas alegorías de las ciencias exactas, físicas y naturales, y de las ciencias morales y sociales, así como los medallones con retratos de personajes ilustres. Santa Teresa de Jesús es la única mujer representada.

Del mismo modo, son espléndidos los seis grandes lienzos que plasman momentos estelares de la historia; entre ellos destaca la obra de Ricard Anckermann, Los consejeros de Barcelona solicitan a Alfonso el Magnánimo la creación de un Estudio General en la ciudad en 1450.

Efectivamente, la Universidad de Barcelona fue fundada en 1450 por Alfonso el Magnánimo, sucesora del Estudi General de Medicina creado casi cincuenta años antes por Martín I, el Humano.

El imponente edificio que la acoge desde la segunda mitad del siglo XIX, proyectado por el arquitecto Elies Rogent, fue declarado Monumento Histórico Artístico Nacional en 1970 y actualmente es la sede del Rectorado, la Biblioteca y el Paraninfo.

Se accede al edificio por un monumental vestíbulo formado por tres naves con bóvedas de arista sobre pilares neorrománicos que están coronados por capiteles con los escudos de las provincias españolas. Flanquean la entrada las colosales esculturas de san Isidoro de Sevilla, Averroes, Alfonso X el Sabio, Ramon Llull y Joan Lluís Vives, representantes egregios de los saberes que integraron la cultura hispánica hasta el siglo XVI.

Es la bella muestra de que las antiguas sedes universitarias condensan el devenir histórico, atesoran saberes seculares y han de ser protegidas y reivindicadas como símbolo del conocimiento que, sustentado en el pasado, se proyecta hacia el futuro.

Precisamente hace esta semana, el Paraninfo de la Universidad de Barcelona ha sido testigo de una conmovedora «dissertatio» académica aliviadora del duelo en memoria del romanista Ricardo Panero, catedrático de la Universidad de Barcelona. Un emocionante símbolo. No era posible hallar un marco más idóneo para disertar sobre la vida y el legado del maestro y amigo entrañable.

Y no es «el extravío del cariño» lo que anima estas palabras, según la expresión que él siempre repetía para minimizar los halagos recibidos, sino la certeza de que están dedicadas a un universitario ejemplar y la necesidad de rememorar su figura «amico animo».

Generaciones de estudiantes, ocasionalmente también en la Universidad de Alicante, pudieron beneficiarse de su magisterio entusiasta y fecundo, de su oratoria impetuosa, su exquisita ironía y su vis cómica.

Era la personificación de la «vocación absoluta» de la que hablaba George Steiner en el Elogio de la Transmisión.

El profesor Ricardo Panero amaba apasionadamente nuestra disciplina solo por detrás de su familia y el fútbol, según confesaba.

El homenaje se enmarcaba en la celebración del XIX Congreso Internacional y XXII Congreso Iberoamericano de Derecho Romano organizado por el Área de Derecho Romano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Barcelona con la colaboración del Colegio Notarial de Cataluña, la Associació Catalana d'Especialistes en Dret de Successions y la Asociación Iberoamericana de Derecho Romano.

El homenaje al profesor Panero y la temática del congreso sobre los fundamentos romanísticos del actual derecho de sucesiones congregaron a más de un centenar de académicos e investigadores españoles, italianos, portugueses y americanos que honraron su memoria de la mejor manera posible, con la exposición de estudios y aportaciones sobre derecho sucesorio en la que fuera su universidad.

Cervantes dejó escrito para la historia un elogio de Barcelona, la ciudad que recibió a don Quijote tras desviarse de Zaragoza. Compartimos esas palabras como símbolo de gratitud por la hospitalidad con la que hemos sido acogidos estos días: «Barcelona, archivo de la cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos y correspondencia grata de firmes amistades y, en sitio y en belleza, única».

Insuperable y justo elogio de la ciudad que bien podría predicarse también de la universidad y de sus memorables símbolos y emblemas.

«Perfundet omnia luce».