Mañana, 8 de abril, conmemoramos el Día Internacional del Pueblo Gitano. Un día de reconocimiento y de reivindicación de la igualdad de trato y oportunidades en su más amplio sentido. Y es que la historia del pueblo gitano es la historia de una comunidad que ha sufrido históricamente persecuciones y discriminación en todos los ámbitos? Por ello, es importante que, en este día, alcemos la voz desde las diferentes administraciones públicas y desde los distintos agentes sociales para hacer ver que, pese a todos los avances experimentados y el pleno reconocimiento de los derechos, la comunidad gitana continúa siendo una comunidad estigmatizada y discriminada en multitud de ámbitos de la sociedad, siendo tarea de todos y todas, cambiar la imagen negativa de la comunidad gitana española.

Y dentro de esta tarea, mucho tenemos que decir quienes detentamos algún cargo de responsabilidad dentro de las administraciones públicas. Y en este sentido, me van a permitir que me detenga en la discriminación concreta y específica que padecen las mujeres de etnia gitana, pues es un campo que algo conozco en mi calidad de responsable de las políticas de igualdad de género de la Diputación, pues llevamos tiempo colaborando con entidades sociales que trabajan activamente para acabar con las desigualdades por razón de género dentro de la comunidad gitana. Y es que, estarán conmigo en que, si sufrir una discriminación por razón de la etnia es inadmisible, más aún lo es cuando a esa discriminación se le suma el hecho de ser mujer. Las mujeres de etnia gitana se enfrentan, por tanto, a esa doble discriminación: por ser mujeres, dentro de una sociedad donde todavía debemos superar constantemente los estereotipos de género que perpetúan la desigualdad entre mujeres y hombres, y por otro, por pertenecer a la etnia gitana, dentro de una sociedad que mantiene todavía fuertes prejuicios hacia la comunidad gitana. Pero es que además, estas mujeres deben hacer frente a las presiones de su propia comunidad que se rige por costumbres y normas también impregnadas de una cultura tradicionalmente sexista. La falta de oportunidades de estas mujeres es un hecho. Se encuentran infrarrepresentadas en el espacio público, sus posibilidades de acceso y promoción profesional se encuentran limitadas y obstaculizadas por una educación patriarcal que las limita exclusivamente al desarrollo del rol doméstico y reproductor, y su participación en la vida pública es prácticamente nula.

Por ello, desde los poderes públicos hemos de redoblar esfuerzos en la adopción de las políticas públicas de igualdad de género que contemplen un apartado específico que englobe la singularidad de las mujeres que se encuentran doble o triplemente discriminadas, como es el caso de pertenecer a la etnia gitana.

Porque es que, además, hay una realidad innegable: la gran capacidad de estas mujeres de iniciar un proceso de transformación social que las sitúe en igualdad de derechos y oportunidades sin renunciar a su identidad cultural. En este sentido, tengo que decir que durante todo el tiempo que llevo al frente de igualdad de género, y créanme que ya son unos cuantos años, he podido comprobar el coraje, el esfuerzo, el entusiasmo y el interés que muestran muchas mujeres gitanas en romper con esa herencia de género que limita enormemente sus posibilidades de crecer, promocionar, ascender, acceder e integrarse en la comunidad en condiciones de plena igualdad. Mujeres, todas ellas, que son las verdaderas protagonistas en su proceso de cambio.

Y junto a ellas, las asociaciones de carácter social que con profesionalidad, vocación y enorme generosidad vuelcan todos sus esfuerzos en conseguir reducir esas desigualdades de género. Tenemos que reconocer, por tanto, que los esfuerzos de las instituciones públicas por potenciar la participación igualitaria de las mujeres de etnia gitana en la vida social, no hubieran producido las mejoras que ahora podemos constatar, sin el trabajo de las asociaciones gitanas que han impulsado la visibilidad, la formación, la promoción, la integración y en definitiva la puesta en valor de estas mujeres.

Pero esta tarea es responsabilidad de todos y todas y no únicamente de las mujeres de etnia gitana, las administraciones públicas y el movimiento asociativo.

Es, por tanto, imprescindible que la sociedad española vaya tomando conciencia de que las desigualdades por razón de género no tienen justificación alguna.