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Luis M. Alonso

Inquietud ciudadana

Luis M. Alonso

El repunte de la corrupción, que había dejado de preocupar

La preocupación ciudadana por la corrupción ha aumentado después de llevar un tiempo disminuyendo. De todas las preocupaciones posibles, la que más inquieta sigue siendo el paro. Entre el desempleo y la corrupción hay casi treinta puntos de intranquilidad a favor del primero. Obviamente se trata de dos asuntos difíciles de resolver. La dificultad se agranda en la medida que nuestros políticos no tienen el cuajo suficiente para ocuparse de lo que perturba la sensibilidad ajena. En el caso de la corrupción, la sensibilidad de los demás choca con la endeble condición humana de los que se corrompen, es decir los encargados, a su vez, de combatir la corrupción desde los orígenes. Lo entiendo, es un verdadero lío. Los ciudadanos habían empezado a despreocuparse de él y los partidos a escudarse en el argumento de que se trata de un aspecto degenerativo en las democracias que suele embargar a todos por igual. Mal de muchos, consuelo de tontos. Pero ahora ha venido el Centro de Investigaciones Sociológicas con un nuevo repunte de la inquietud por la corrupción justo en el momento en que esta se ha llevado consigo al limbo al expresidente de Murcia, al que investigan no por uno sino por varios casos. La preocupación ciudadana no es, sin embargo, concluyente de una tendencia generalizada. Además, la estadística es la ciencia que demuestra que si mi vecino tiene dos coches y yo ninguno, los dos tenemos uno. La intranquilidad por la corrupción se había modulado en cierto modo por la desesperanza de que los políticos se puedan redimir, y ante la ausencia de medidas regeneracionistas eficaces. También, ante la presencia de otras amenazas. De lo contrario, Albert Rivera, que está jugando sus órdagos y ganándolos, debería estar muy confiado en sus posibilidades. Y no sé hasta qué punto es así.

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