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Un mensaje para Estocolmo

Director general de la Academia del Cine de España. Director del Instituto Cervantes de Estocolmo de 2010 a 2015.

En diciembre de 2010, a los tres meses de mi llegada a Suecia para dirigir el Instituto Cervantes de Estocolmo, un estudiante de vida discreta se dirigió a Droninggatan (la calle de la Reina) desde la calle lateral donde estaba la sede del centro cultural español con un cinturón de explosivos y la intención de causar una masacre. El destino quiso que la carga explosiva estallara antes de que el homicida pudiera mezclarse con la gente que transita por esa calle desde que amanece hasta que cesa la vida callejera. En aquella ocasión, el terrorista fue el único muerto.

Siete años y tres meses después otro atentado terrorista ha buscado el mismo destino pero esta vez la providencia no nos ha sido favorable y el camión homicida ha dejado tres muertos y un número mayor de heridos.

Droninggatan es la calle peatonal por excelencia del centro de una ciudad amable y tranquila por la que discurre una multitud interminable en busca de alguna de las muchas tiendas que se abren en sus edificios decimonónicos, para entrar en calor o reponer fuerzas en sus numerosos y bien cuidados cafés o para entrar en la estación del metro que se abre en los bajos de Ahlens, uno de los grandes almacenes de los varios que hay en la contornada.

Esa entrada del metro, que se abre también a la plaza central y a la emblemática Kulturhuset, ha sido el lugar elegido por el terrorista para golpear a la sociedad sueca y al modelo de vida europeo presidido por la libertad y por la tolerancia.

Durante los cinco años vividos en Estocolmo, perdí la cuenta de las muchísimas veces en que elegí ese punto de la ciudad para citarme con un amigo, una persona invitada por el Cervantes, mi esposa o mis hijas. El ataque terrorista de ayer me ha dolido como si el miserable camión de la muerte hubiera estallado en mi memoria y en mi propio corazón.

Sirvan estas líneas para dejar constancia del dolor y la rabia que siento como un vecino más que fui de esa maravillosa ciudad. Sirvan también para recordar cómo, tras el atentado de 2010, la reacción de las autoridades y de la policía suecas fue la de pedir discreción y prudencia a los medios de comunicación para mitigar el sentimiento de terror entre los ciudadanos „algo que, como sabemos, es el fin último que persiguen los terroristas. Una actitud ante el terror tan admirable como la que, desde otra perspectiva, tuvimos los españoles ante la masacre de los trenes de Madrid.

Deseo que también esta vez los suecos acierten a reaccionar cuidando a las víctimas, honrando a los fallecidos, asimilando el dolor y dirigiendo la vista con orgullo hacia la política de acogida de refugiados y de integración de la diversidad cultural y religiosa que distingue a la sociedad sueca como un modelo. Incluso y a pesar de que ni siquiera eso les haya librado de los ataques, desquiciados y diabólicos, del terror.

Joan Álvarez

Director general de la Academia del Cine de España. Director del Instituto Cervantes de Estocolmo de 2010 a 2015.

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