El gran empresario gallego Amancio Ortega ha tenido a bien donar más de 300 millones de euros a la sanidad española, de los que la pedrea ha traído a la provincia de Alicante diez que se destinarán a mejorar los equipos de oncología. Cómo no, han tardado lo que un suspiro quienes desde el entorno del movimiento podemita han venido a descalificar al dueño de Inditex, sobre todo en las redes sociales, cloaca de mentes estúpidas y taradas. Como diría El Gallo, filosofo del pueblo y torero, «hay gente pa tó». De desagradecidos está lleno el mundo. Ya quisiéramos los alicantinos que el empresario más conocido y de más fuste de nuestra ciudad tuviera la talla moral del gallego. Aquí por desgracia tenemos a un caradura que por donde transita va dejando lodazales, impagos y deudas millonarias.

Hay que tener muy poca vergüenza para intentar echar balones fuera durante todos estos últimos días, pretendiendo que la Agencia Tributaria tuviera la culpa de la posible liquidación y derribo del Hércules. La táctica, la más antigua y sencilla de siempre, fabricar un enemigo y culparle de todo. Era el discurso que querían impregnara en los vecinos de Alicante, y de manera especial en la familia herculana. Ortiz y sus allegados, únicos culpables de la caótica situación en la que se encuentra el club alicantino, se han comportado como auténticos caraduras, de esos de tomo y lomo. Porque Ortiz viene cometiendo actos ilegales, irregulares o reprobables en provecho propio, incurriendo una y otra vez en inmoralidades con una desfachatez absoluta, para que de la noche a la mañana sean los acreedores los culpables de la posible desaparición de un club histórico, como bien decía Minguella en su misiva por la salvación del Hércules.

Tras unos días agónicos en los que daba la sensación de que la situación era irreversible, y a través de la intermediación del alcalde de Alicante, gracias Echávarri, el acuerdo ha sido posible y al Hércules se le da una nueva oportunidad para que siga haciendo historia. Aún así, Ortiz y asociados han forzado la situación hasta el límite, pretendiendo hacerse con el accionariado en manos del IVF por la jeta, sin dar un céntimo, cosa que, con toda la razón, Illueca no ha consentido, y algunos cientos de miles de euros deberán desembolsar para controlarlas. Lo malo, lo negativo de la solución es que Ortiz sigue siendo el mandamás aunque la cara amable la ponga Ramírez. Es como un dolor de muelas, no hay manera de que desaparezca de la escena. A través de Portillo, con la ausencia de Ramírez, su presencia siempre será una rémora para la vida y obra del Hércules. Que se responsabilice de sus actos, de sus cuentas pendientes y deje expedito el camino.

Tiene razón Ramírez cuando dice que «es un día grande». Y tanto que sí, es como cuando tienes un enfermo terminal y súbitamente vuelve a la vida. Queda un tránsito plagado de dificultades, a superar por todos, afición, jugadores, y sobre todo dirigentes del club.

Éstos son los que deben planificar un futuro en el que nunca se vuelvan a repetir los errores cometidos, para ello es necesario que Ortiz vaya desapareciendo de escena más pronto que tarde, y que su huella, por desgracia indeleble, quede arrinconada cuanto antes.

Peña, el capitán se equivoca cuando afirma que «viendo quien está detrás, estoy convencido de que saldremos adelante», más bien sería «a pesar de». El reto y la confianza están depositadas en Ramírez, de su relación personal y/o profesional con Ortiz nada bueno puede surgir. Solamente hace falta mirar hacia atrás sin ira.