Hacia el año 344 a.C. Aristóteles escribía una de sus mejores obras: La Política, donde desarrolla la que se puede señalar como la más humana y perfecta de sus obras. En uno de sus pasajes se pregunta acerca de la felicidad humana con relación al Estado en los siguientes términos: «...debe preferir el individuo la vida política, la participación en los negocios del Estado, a vivir completamente extraño a ella y libre de todo compromiso público...». Una cuestión que muchos siglos después sigue con plena vigencia, dado que nuestro sistema político actual promueve la participación activa de los ciudadanos.

Que la política influye en la felicidad de los mortales es un hecho incontestable, ya que es la que elabora los parámetros que han de regir en la sociedad, desde los tributos hasta las leyes que regulan la convivencia.

Pero parece que la tendencia de la gente es a alejarse de este concepto, asumiendo que las decisiones de los que gobiernan no tienen consecuencias en las vidas de los demás, cosa que en ningún caso es cierta. Cualquier decisión, por nimia que pudiera parecer, se traduce en la alteración de la vida de muchos ciudadanos, y es por ello de suma importancia la participación.

En estos tiempos modernos de revolución tecnológica nos distanciamos aún más de la esencia de los problemas sociales y políticos, sobre todo, porque se minimizan o se diluyen entre una amalgama enorme de propósitos y despropósitos. Da la sensación de que cualquier persona puede entrar en la intimidad de cualquier otra, como si las barreras de lo íntimo se hubieran deshecho. Fue McLuhan en 1967 quien señaló que estábamos en el ¡shock del reconocimiento!, en lo que llamó «un ambiente de información eléctrica», en referencia a los grandes avances de la época en cuanto a tecnología audiovisual, donde «demasiadas personas saben demasiado de unas sobre otras».

El detonante mediático de los fenómenos televisivos actuales nació en el extinto Canal Nou en 1997 con el programa Tómbola, un formato nuevo gestado desde la política para que la parrilla autonómica valenciana subiera en audiencia, como así sucedió. A partir de este programa telebasura fueron naciendo planteamientos similares como setas, que posteriormente se han ido adaptando a otras temáticas como la deportiva y últimamente la política, con formatos de tertulia-espectáculo con rifirrafes del día de la marmota, sobreexposición de temas, reiteración hasta la saciedad intelectual y siempre los mismos monigotes con las mismas cantinelas. La enseñanza que pueden aportar estos programas políticos va a ser similar o igual a la que han proporcionado los de corte rosa. El aforismo aristotélico de la felicidad desde la política queda en entredicho, o no.