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Antonio Sempere

Metaforismos y divagatextos

Cuánto hemos de agradecer a Jesús Herrero Yagüe que se haya sincerado en su nuevo libro, Conversaciones con el señor W. Aunque sea a través de un alter ego, un personaje inventado que le permite compartir sus reflexiones, tan impúdicas para alguien tímido, humilde y poco vanidoso como quien nos ocupa.

Si Jesús Herrero Yagüe, empleado de banca jubilado que en la actualidad lee y trata de entender el mundo desde su ático de la plaza de los Luceros, hubiese tenido ambiciones literarias, con su capacidad y hondura, podría haber llegado alto. Pero hasta 2012, ya en su etapa jubilosa, no vio la luz su primera obra, Algunas reflexiones y otras dudas, un compendio de 666 aforismos en los que latían sus temas recurrentes: el pesimismo vital («el hombre es el único animal que ríe, pero cada vez menos») siempre con un sutil sentido del humor («hay que distinguir entre cómo se ve la vida y cómo se vive; apenas hay coincidencias»), de las contradicciones del ser humano («todo el mundo duda de su memoria, pero no de sus propias opiniones»).

Amparado en el señor W., Herrero Yagüe llega mucho más lejos y se atreve a gritar a los cuatro vientos lo poco que le gusta viajar o lo que cuesta encontrar sentido a la vida: «Contra el viaje por placer yo opongo el reposo por placer. Es tan defendible como el primero y mucho más barato». «Si cuando haces el ridículo no eres consciente de ello, no cabe duda de que eres una persona muy importante». «Lo peor de la humanidad son los hombres y las mujeres. Lo mejor, las excepciones». Y la adoración por lo borgiano: «Cuando aspiro a la gloria, cojo una foto de Borges que me mira con ojos ciegos, y vuelvo a la humildad». Y así hasta 500 aforismos y otras tantas reflexiones: «Tres vidas he vivido, la real, la recordada y la soñada».

Afortunadamente, el autor nos anuncia la salida inminente de dos nuevas obras, Cuentos de la edad tardía, su inmersión en la ficción, y Memorias y olvidos. Tengo los dos ejemplares que me han visto la luz hasta hoy junto a los de Ángel Gabilondo y Juan Cruz. Si los libros pudiesen ser leídos desconociendo al autor, entremezclando las portadas de unos con los textos de otros, estoy seguro de que obras como las de Jesús Herrero Yagüe estarían en los estantes de los más vendidos. Pero lo suyo no era la ambición personal ni su fin alcanzar la trascendencia social. De ahí que sólo sus amigos, por ahora, hayamos sido los beneficiarios de su tino y sabiduría. Pero nunca es tarde.

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