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Marta Robles, fetichista y negra

No conozco a nadie que no piense que Marta Robles es una mujer de bandera. Añadiré más, yo que la conozco de cerca: guapísima, alta, tipazo, culta, con clase y con sentido del humor. Un diez, en definitiva. Marta nos había sorprendido con una novela más que notable: Luisa y los espejos, un retrato privilegiado de los inicios del siglo XX a través de los ojos de una señora rica, extravagante, peculiar como pocas, superficial como muchas. Después, con su amiga Carmen Posadas, nos volvió a sorprender con un libro de estilo acerca del glamour y los buenos modales.

Hoy, nos deja planchados, estupefactos, enamorados hasta las trancas de su belleza ?física incluso, que no hay por qué dejar de lado un cuerpazo de privilegio- y de su capacidad de escritura y fabulación. Se destapa definitivamente como una cuentista de primerísima magnitud con una novela negra, sensual, sexual, violenta, misteriosa y? novela histórica, me atrevería a decir porque pasea por episodios de guerras y masacres que han pintado de negro el siglo veinte y todos los siglos anteriores. Ya lo decía Delibes en Las guerras de nuestros antepasados: Lo que hay fuera ya me lo sé, mira, los unos contra los otros.

Marta se manifiesta en su novela A menos de cinco centímetros como una fetichista irreductible: Hermés, Cartier, Guzzi, Rolex, Blanick, Loewe?. Los protagonistas pastosos de esa novela no se ponen un zapato, un trapo o una joya si no va avalada por el marcón de prestigio porque en este teatro de vanidades, aunque uno sea un cobarde, un imbécil, un analfabeto o un basura? hay que ir en Porsche o en Masseratti o en Ferrari para aparentar un pedigrí, un status y un empaque fuera del alcance del común de los mortales. Fetichista y bon vivant que recorre el mundo, desde Londres a Madrid y de Sevilla a Venecia o a Buenos Aires, parando solo en hoteles de cinco estrellas, admirando y coleccionando solos ediciones limitadas y exclusivas de las obras literarias más inmortales, comiendo solo en restaurantes de muchos tenedores y en puticlubs soterrados, bajo la apariencia de clubes exclusivísimos, donde las copas de champagne francés se pagan a cuatrocientos euros.

Marta demuestra una cultura enciclopédica mientras recorre el mundo de la mano de sus protagonistas y en A menos de cinco centímetros arma un novelón negro como la delincuencia más profesional y organizada, como la envidia más canina, como el sadismo más feroz . Hay sangre, hay sexo explícito, hay erotismo del que ya habríamos querido mi amigo Santiago González y yo cuando estudiábamos en los curas y nos reprimían hasta los malos pensamientos dejándonos leer solo vidas de santos escritas por mentirosos piadosísimos que se inventaban milagros a cada paso. Un milagro para los sentidos es disponer, un fin de semana, de la novela de Marta Robles y disfrutar como un cosaco aunque sea pecando de pensamiento.

Hay dos protagonistas fundamentales: Armando Artigas, un escritor famoso, archimillonario, guapo? un figurín que tiene rendidas a sus pies y a sus artes amatorias a montones de señoras de las de quitar el hipo. Roures, un antiguo reportero de mil guerras fratricidas, reconvertido en detective privado investigador de cuernos. Marta da cera a las mujeres sin la menor misericordia. «¿Esas son putas, putas... o putas como nosotras?» -se preguntan sonriendo las señoras, bien casadas como mandan los cánones, que practican las coyundas con sus maridos, ancianos forrados, y que tienen que mirar para otro lado y echar mano de fantasías antiguas cuando los vejestorios las requieren sexualmente para hacer frente al asco. Marta es mujer de bandera y ejerciente. Por eso puede escribir así. Si eso lo escribiese un hombre feo, gordo y decrépito, tendría al instante legiones de señoras tirándosele al pescuezo a rebanarle la yugular.

Artigas, escritor de éxito sobrado cambia de amante como quien cambia de camisa y aún más. La hija de una de ellas, requiere al detective Roures para que investigue porque este play boy literario reúne una peculiaridad sospechosa: sorprende el número de amantes y ex amantes del tal Artigas que aparecen muertas en extrañísimas circunstancias.

A raíz de esa investigación truculenta con un desenlace sorpresivo ?no puedo contar mucho más porque destripar un libro es un sacrilegio que ni el Papa puede perdonar- la autora repasa guerras africanas aprovechando la personalidad y la trayectoria del detective Roures. Se mete en el mundo oscuro de las grandes fortunas en donde casi todos tienen mucho que ocultar. Redes de prostitución, negocios de lavado de dinero, hermandades de nazis huidos que se ayudan a sobrevivir intentando escurrir el bulto del holocausto que protagonizaron? En definitiva, la autora se desliza con maestria inusitada por el mundo de la intriga, el delito y el dinero en el que todos esconden su verdadera realidad, todos aparentan una serenidad, una bondad y una clase de la que andan muy lejos.

Marta Robles, como Mae West, cuando es buena, es buenisima. Cuando es mala, es aún mejor. Envídienme los que van a las cenas del Maestral y los que no van, el viernes voy a comer y a cenar con ella.

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